— Daniel… — Susurró Mari y rápidamente, ella soltó de un tirón la mano de David, sintiéndose nerviosa.
De nuevo, volvía ese susto en el pecho, esa ansiedad y el nerviosismo que ya no era provocado por el amor, sino por el temor.
Lo que Mari pensó que había dejado atrás, volvía a golpearla, arrebatándole su paz.
— ¡Papi! — Gritaron Dante y Mario al unísono, saltando de sus sillas para correr a abrazar a su padre.
Mientras que Mari, se levantó repentinamente de la mesa para salir del comedor a paso apresurado, pues parecía que iba a tener un ataque de pánico, ella necesitaba aire.
Preocupado y manteniéndose serio, David también se levantó y salió del comedor tras ella.
Y aunque lo que más quería Daniel era ir tras ese par, por el momento, no pudo moverse.
— Papi, ¿te quedarás?… Papá, ¿Qué trajiste?… Papá, no te vuelvas a ir… — Los niños se aferraban a su padre, haciendo un montón de preguntas al tiempo que lo jalonaban.
…
— Mari… Mari… ¡Mari! — La llamaba David que corría tr