La tarde caía en la casa del lago, la familia se había reunido en el salón, disfrutando de un momento de tranquilidad tras las tensiones de los días anteriores.
El ejército de niños jugaban cerca de la chimenea, Patrick y Albert sentados junto a sus esposas, charlaban entre risas, Isabela estaba recostada en un costado de su esposo al tiempo que en voz baja, Máximo le leía.
Mari entró en la habitación y aun con los recuerdos de la conversación con su padre fresco en la mente, se sentó discretamente en uno de los sofás, dedicándole una tenue sonrisa a su padre, quien le dirigió una mirada de complicidad.
Al otro lado, Daniel se mantenía serio leyendo un periódico, con las piernas cruzadas, mientras sostenía un vaso de whisky en su mano, él observó a Mari con cierto recelo.
De repente, entró una joven del servicio con un sobre en las manos.
— Señora llegó esto… — Anunció la joven entregándole el sobre a Mari, quien lo detalló, extrañada.
— ¿Quién lo trajo?
— No lo sé, lo encont