Capítulo 4 — El divorcio

Con un traje elegante y una carpeta en la mano, los tacones de Mari resonaron por toda la entrada de la empresa.

Ella caminó con la frente en alto, sintiendo la mirada de todos encima, mientras ella los ignoraba.

La puerta de la oficina principal se abrió de golpe, Daniel levantó la mirada, sorprendido, aunque muchos años atrás ella había ocupado esa silla de presidencia, hacía mucho tiempo que Mari no tomaba ese lugar.

Ella lo había dejado todo en manos de su amado esposo, por su familia, por sus hijos.

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó Daniel levantándose de su asiento.

Mari no dijo nada, con el rostro levantado y una mirada decidida, ella caminó directo hacia el escritorio y tiró frente a su esposo, una carpeta.

Con cierta sospecha, él la abrió, leyendo cuidadosamente el papel que había adentro.

— ¿El divorcio? — Preguntó Daniel, arrugando el entrecejo.

— Sí, quiero el divorcio, ya no lo soporto más… — Murmuró Mari, con convicción.

Esta había sido una decisión muy difícil de tomar, porque Mari siempre soñó con pasar el resto de su vida con ese hombre, sin embargo, la situación se había vuelto cada vez más insostenible para ella.

Los constantes gritos, las peleas, los insultos, Daniel siempre ebrio, llegando con aroma a otro perfume y durmiendo en otra habitación.

Lentamente, el matrimonio se había erosionado y aunque por dentro Mari se sentía destruida por tener que dejar al amor de su vida, ya no podía seguir aguantando esta situación.

Sus hijos estaban de por medio y a pesar de los esfuerzos de Mari, quien había hecho todo lo posible porque los niños no vieran nada, ni se enteraran de lo que sucedía, poco a poco los pequeños se estaban dando cuenta de que había algo mal en casa.

Pero sobre todo, Mari temía que en algún momento, esos maltratos de Daniel hacia ella, tomarán dirección hacia sus hijos.

Ella podía soportarlo todo por amor, menos eso.

— Estás loca… — Daniel sonrió, cerró la carpeta y volvió a tomar asiento.

— ¿Qué? — Mari arrugó el entrecejo, confundida.

— Yo no voy a firmar eso… — Soltó Daniel, sereno, como si nada estuviera pasando.

— Pensé que esto era lo que querías… Daniel, tú y yo, prácticamente no estamos juntos, dormimos en cuartos separados, siempre me esquivas, me insultas, me gritas y… — Alegó Mari, cuando la fuerte voz de su esposo la interrumpió.

— ¡Yo no quiero el divorcio! — Gritó Daniel acallando la voz de Mari. — ¡De mi lado no te vas a ir tan fácilmente, Mari…! ¡Después de que me fuiste infiel, no me vas a dejar como un tonto ante todos!

— ¿Qué?

— ¡Eres mi esposa y lo serás hasta que la muerte nos separe…! — Voceo Daniel, soltando un manotazo sobre el escritorio, que hizo estremecer a Mari.

Con mala cara, una vez más, él se levantó, caminando lentamente alrededor del escritorio, acercándose a Mari, quien se tensó al verlo caminar hacia ella.

— Da… Daniel, yo no puedo seguir con esto… — Murmuró Mari, sintiendo como el temor la doblegaba. — Yo no puedo…

— Esto es tu culpa, mi querida Mari, yo te amé tanto, eras todo para mí y tú decidiste serme infiel… — Contestó Daniel, caminando alrededor de ella.

— No, eso no es cierto… — Gimió Mari. — Ya sé que no me crees, pero… Si ya no me amas, separémonos…

— ¿Quién dijo que ya no te amo? — Daniel se detuvo frente a ella.

De pronto, él se giró, tomó un portarretrato que estaba sobre el escritorio y lo lanzó con fuerza contra un espejo decorativo que estaba en la pared.

Mari pegó un brinco, los trozos de vidrios quedaron regados por todo el piso, el cuadro con la foto había quedado hecho trozos, Mari sabía muy bien qué foto era esa y lo que significaba.

Era la foto de su matrimonio.

— ¡Tú no me vas a dejar Mari Collins! ¡Tú no me vas a venir a ver la cara de idiota! — Gritó Daniel furioso, acercándose a ella de forma amenazante y todas las alarmas de Mari se encendieron.

— ¡Voy a contarles todo a mi familia! — Gritó ella, temblorosa, justo antes de que Daniel la tocara, dejándolo tieso.

— ¿Qué? — Soltó Daniel, frío.

La familia Collins Sinclair, los padres de Mari y sus dos hermanos, conocidos por ser los más ricos y poderosos del país, no dejarían pasar algo como esto y dejar como si nada a Daniel tan fácilmente.

— Si me tocas, si me haces algo, si vuelves a insultarme, voy a contarle todo a mi familia… — Repitió Mari, aun con la voz un poco temblorosa por el miedo, pero con más convicción.

— ¿Me estás amenazando? — Daniel apretó los labios y levantó una ceja, incrédulo.

— Tómalo como quieras… — Exhaló Mari, aliviada de que sus palabras estuvieran funcionando. — Hasta ahora, he intentado mantener a mi familia fuera de esto y los he esquivado porque no quería preocuparlos, y también lo hice por mis hijos, porque siempre creí que necesitaban a un padre… Pero ya no puedo más, Daniel, lo soporté todo por amor, porque creí que la verdad saldría a la luz en algún momento, porque pensé que reconsiderarías, porque supuse que todo cambiaria, pero ya no puedo más, Daniel, no puedo seguir viviendo así, entre los gritos, las peleas, los insultos, necesito vivir en paz, necesito recuperar mi tranquilidad… — Los ojos de Mari se cristalizaron, pero ella luchó para no dejar escapar una lágrima por su dignidad. — Quiero el divorcio.

Daniel retrocedió, asintiendo, esto no se lo esperaba, era una puñada por la espalda, un golpe fuerte a su orgullo, Mari siempre había hecho lo que él quería y siempre había sido sumisa.

— Entonces, ¿Prefieres dejar a tus hijos sin padre? ¿Prefieres exponer a tu familia al ridículo? ¿Prefieres dejar todo lo que soñamos a un lado y quedarte sola? — Gruñó Daniel, tomando la carpeta que Mari le había entregado entre sus manos, al tiempo que la miraba cabizbajo.

— No sé trata de eso… — Musitó Mari.

Cuando repentinamente, Daniel movió la carpeta entre sus manos con rapidez y la rasgo a la mitad, dejando a Mari atónita.

— No te daré el divorcio… — Alegó Daniel, tirando los dos pedazos de papel al suelo, como si nada estuviera pasando. — No puedo hacerlo, eres mi esposa, eres la mujer con la que decidí pasar el resto de mi vida y así será, lo voy a cumplir…

— ¿Qué?

— Pero te daré la paz que tanto necesitas… — Daniel levantó otra carpeta de su escritorio y caminó hacia Mari para entregársela, manteniéndose serio. — Me iré de viaje por un tiempo a otro país, he encontrado una gran oportunidad para un negocio propio, así que la tomaré… Tendrás la tranquilidad que tanto añoras al deshacerte de su esposo y así pensaremos mejor las cosas… Mientras tanto, aquí está tu renombramiento en la presidencia de la compañía…

Mari abrió la carpeta, efectivamente Daniel volvía a dejarla a ella como la presidenta provisionalmente, aunque él seguía teniendo autoridad.

¿Su esposo se iba? ¿Pensaba irse lejos y no le había dicho nada? ¿Desde cuándo él tenía planeado esto?

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