Lena se encontraba en el aeropuerto, sentada en la sala de espera. Esta vez viajaría en un vuelo comercial de Francia a Boston. Cuando anunciaron su vuelo, caminó hacia el área de revisión y abordó sin problemas. Encontró su asiento junto a la ventanilla y miró por la ventana la ciudad que la había acogido durante un año.

—Prometo volver y traer a mi hija para que conozca el hermoso país que eres —susurró, deslizando los dedos por el cristal empañado de la ventana, como si pudiera atrapar entre sus manos el paisaje que se desvanecía ante sus ojos—. Ahora debo regresar a Boston, a ese pasado que me persigue, pero donde aguarda mi más preciado tesoro.

Una mueca de amargura se dibujó en sus labios mientras las palabras brotaban en un susurro quebrado.

—Es imposible pasar por tanto dolor y salir ileso. Pero dime, Lena cuando estés frente a ellos ¿Podrás controlar el huracán que llevas dentro?

Pero entonces, como un rayo de luz entre las sombras, el recuerdo de su hija inundó su mente: esa