Salieron de la empresa cada uno en su auto, dirigiéndose a un restaurante familiar que Bruno había sugerido. El lugar era acogedor y tenía un pequeño parque infantil en el exterior. Al bajar del coche, eso fue lo primero que vio Leía.
—¡Qué fino, papi! Vinimos otra vez —vociferó la niña, emocionada—. ¡Señora bonita! Me gusta mucho que papi me traiga.
Alara escudriñó el lugar y se fijó en el parque mecánico que apenas estaban abriendo. Se inclinó hacia Leia con una sonrisa.
—Dime, solo Alara —susurró, como recordándole el acuerdo entre ellas.
La niña se acercó a su oído, juguetona:
—Te cambiaste el nombre, mamá… Este me gusta mucho. Todavía no puedo decirte "mamá", ¿verdad?
Alara se sonrojó. Sospechaba que Gema le había enseñado a Leía a hablarle así en secreto para evitar que otros escucharan, pero le inquietaba lo que Bruno pudiera pensar al ver esos susurros.
—No, princesa. Por ahora, solo dime Alara —respondió suavemente.
Al enderezarse, vio a Bruno sereno, observando la escena co