Caminaron hacia barra. Se sentaron sobre dos altos taburetes de terciopelo.
—¿Lista para perder la cabeza por una noche? —preguntó Gema con picardía.
Lena se encogió un poco en el asiento, sintiéndose fuera de lugar. Hizo un puchero inconsciente.
—Pide tú, por favor. Yo… no estoy acostumbrada. Ni siquiera en mi boda pude probar el champán —confesó, y la mención de su fallido matrimonio le dejó un regusto amargo en la boca que esperaba que el alcohol borrara.
Gema no necesitó que se lo pidieran dos veces. Se giró con determinación hacia el bartender.
—¡Para nosotras, dos de su cóctel más popular, por favor! ¡Que sea exquisito y potente!
Mientras el bartender asentía, Gema se dedicó a observar la pista, tarareando la música y moviendo los hombros con el ritmo contagioso. Lena seguía sus movimientos, sintiendo cómo sus pies empezaban a vibrar.
El sonido de la coctelera metálica, agitándose con energía rítmica, hizo que Gema se girara hacia el bar. El bartender sirvió el líquido cristalin