Gema salió detrás de los padres de Pavel y preparó su salida del hospital. El camino hacia el departamento de Pavel transcurrió en un silencio espeso y opresivo. Ella lo miraba de vez en cuando, pero él permanecía impasible, solo mirando fijamente por la ventana. El auto se llenó de un pesado mutismo, roto solo por el sonido de sus respiraciones.
Al llegar, ella lo ayudó a bajar del carro, sosteniéndolo mientras él se apoyaba en las muletas. Al entrar al departamento, la tensión que Gema había contenido estalló.
—Pavel, es importante que hablemos —dijo, cerrando la puerta con un golpe seco.
Él dejó las muletas a un lado y se dejó caer en el sofá con un suspiro de cansancio.
—Dime.
—¿Por qué no les dijiste la verdad a tus padres? ¡Estoy jodida! —La furia por todo el espectáculo que había tenido que presenciar le hervía en la sangre. Tragó saliva para aliviar su garganta, seca por la ira.
Pavel la observó en silencio. "Esta chica, de manera inconsciente, me ha ayudado", pensó. "En este