La relación entre Bruno y Lena era tensa. Bruno había instalado una oficina para sí mismo en Dransen Ingeniería C.A. Aunque ambos eran accionistas mayoritarios, Lena daba órdenes como una emperatriz, ignorándolo por completo.
Siempre le decía: "Bruno, no te preocupes por eso, yo ya lo resolví", él percibía su sarcasmo y sentía que un pequeño puñal se clavaba en su orgullo. La rabia le hervía por dentro, como un volcán silencioso a punto de encontrar su grieta. No le quedaba más que soltar un suspiro y entenderla.
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Lena se encontraba en su oficina, revisando unos informes de gestión, cuando su teléfono móvil vibró, rompiendo su concentración. El aparato estaba sobre el escritorio; estiró la mano y, al ver la pantalla, se formó en su rostro una mueca curvada hacia arriba. La voz al otro lado era un susurro dramático y quejumbroso.
—¿Lena? Necesito unos tragos. Fuertes. Por tu culpa voy a ser una mujer capada, perdón, quise decir… casada.
Lena no pudo evitar