Vanessa se quedó inmóvil, con los ojos fijos en Darius.
Era imposible, su madre siempre les había dicho que su padre estaba muerto desde antes que ellos nacieran.
— ¿Qué dijiste? —preguntó Vanessa, esperando que Darius se retractara, que dijera que era una broma cruel.
Darius suspiró, sus manos apretaron las de ella con fuerza.
—Lo que escuchas, Vane. Nuestro padre está vivo, se llama Vitto Santori. Vino a la mansión hoy, exigiendo verte a ti y a mí.
Vanessa parpadeó, su mente se tambaleó.
—¿Vitto Santori? —repitió, como si pronunciar el nombre pudiera darle sentido a la locura. Su corazón dio un vuelco cuando una imagen cruzó su mente: Arien, el hombre que tanto despreciaba, el hijo de Vitto Santori.
—¿El padre de Arien? ¿Ese Vitto Santori es nuestro padre?
Darius asintió lentamente, con pesar.
—Sí, Vane, Arien es nuestro medio hermano.
Vanessa se llevó las manos a la cabeza, como si así pudiera contener el torbellino de emociones que la atravesaba.
— ¿Cómo se atreve? —siseó, su