Vitto Santori estaba parado frente al edificio de la empresa Coldwell, con las manos en los bolsillos de su abrigo, el rechazo de Darius le quemaba el pecho. Había intentado acercarse a su hijo esa mañana, entrando al corporativo con la esperanza de hablar, de explicarse. Pero Darius, con los ojos llenos de furia, lo había echado sin miramientos. “No te quiero aquí. Vete”, le había dicho, antes de cerrar la puerta de su oficina en su cara. Vitto no sabía cómo llegar a sus hijos, pero no se rendiría. Quería recuperarlos, protegerlos, especialmente a Vanessa.Decidió cambiar de táctica. Si Darius no lo escuchaba, iría tras Vanessa. Su investigador le había confirmado que vivía en la mansión de Donatello Damasco, un hecho que lo ponía enfermo de rabia. Los Damasco eran sus enemigos, y la idea de su hija bajo el mismo techo que uno de ellos era insoportable. Vitto comenzó a rondar la mansión, observando desde la distancia. Estacionaba su auto a unas calles, caminaba por las aceras, memor
La boda de Vanessa y Donatello estaba a pocos días. Donatello quería una ceremonia grandiosa, llena de lujo, con medios de comunicación y cientos de invitados. Quería que todos hablaran de su boda, que su nombre resonara en los círculos de poder. Vanessa, en cambio, sólo quería algo sencillo, un trámite civil que no la atara aún más a una decisión que la atormentaba. Pero Donatello fue inflexible, insistió en una boda religiosa, con una iglesia adornada y un vestido que deslumbrara. Vanessa se sentía como una marioneta, atrapada en un espectáculo que no deseaba.En la mansión Coldwell, las primas de Vanessa: Sarah, Katrina y Marianne, se reunían en secreto. Sabían que asistir a la boda las pondría en problemas con la abuela Greta y sus tías. Cuando Tanya se casó, su boda fue pequeña, discreta, y Greta no se enteró de su asistencia.Pero esta vez era diferente, los medios estarían presentes, las fotos aparecerían en las notas sociales, y Greta lo sabría de inmediato. Las chicas no dud
Donatello recorría la ciudad como un toro furioso. Sus guardias patrullaban cada esquina, cada callejón, la humillación le quemaba. Sus socios, los medios, todos hablaban del desastre, no descansaría hasta encontrar a Vanessa y hacer pagar a su hermano.En un bar, se encontró con Vitto Santori, el hombre estaba igual de furioso, con los puños apretados, Vitto lo enfrentó sin dudar.—¡Eres un inútil! —gritó— ¡No pudiste mantener a mi hija a salvo! La encontraré yo, y te juro que la alejaré de ti y de cualquier Damasco.Donatello se le quedó viendo con desprecio. —Haz lo que quieras, pero Vanessa es mía, y más vale que no te metas en mi camino.Vitto dio un paso adelante, pero sus hombres lo detuvieron. Donatello se fue, dejando a Vitto con la rabia bullendo. No confiaba en él, pero sabía que ambos querían lo mismo: encontrar a Vanessa. Mientras tanto, en la isla de Procida, en Sicilia, el ambiente era un caos. Dante y sus hermanos: Diego, Daniel y David, habían llevado a Vanessa, Sar
Vitto Santori voló a Sicilia, estaba decidido a enfrentarse a Dionisio Damasco, el padre de Dante, y exigirle que su hijo devolviera a Vanessa sana y salva. No le importaba si tenía que gritar, amenazar o disparar. Su hija era lo primero, y ningún Damasco lo detendría. En el avión, Vitto apretaba los puños, recordando el momento en que supo que Vanessa y Darius eran sus hijos. Había perdido años con ellos, y ahora, saber que Vanessa estaba con Dante lo ponía enfermo.Donatello también tomó un vuelo a Sicilia, consumido por la furia. La boda arruinada fue una humillación pública, sus socios murmuraban, los medios no paraban de hablar. Buscaría en Sicilia, si no los encontraba viajaría a Procida, sus hombres buscaban cualquier pista. Donatello no solo quería recuperar a Vanessa; quería destruir a Dante, en el avión, miraba por la ventana, planeando cada movimiento con frialdad.En la mansión Coldwell, el ambiente era un caos, Greta Coldwell, Celine, Constanza y Caroline estaban pegada
Donatello se arrodilló junto a su padre, lo abrazó con fuerza, mientras las lágrimas mojaban su rostro, siempre fue el hijo rebelde, el que peleaba con Dionisio. El que se iba por meses, huyendo de reglas.Ahora, con su padre inmóvil, lo entendió, la familia era todo. Lo demás no valía nada, su odio por Dante, su obsesión con Vanessa, todo parecía inútil ante esta pérdida.Dionisio siempre quiso unirlos. “La sangre es lo primero”, decía. Donatello apretó los dientes, arrepentido, recordó una tarde con su padre, pescando en el muelle. Dionisio le enseñó a ser paciente, él no escuchó.Claire lloraba, aferrada a la mano de Dionisio. De pronto, sus ojos se cerraron, se desmayó.Los guardias corrieron a ayudarla, alguien gritó que llamarán a un médico. Donatello no se movió, perdido, los paramédicos llegaron rápido, revisaron a Dionisio. Confirmaron lo peor, estaba muerto.Claire fue llevada a una habitación, aún inconsciente. Donatello se quedó solo, rodeado de aquel caos.Intentó llamar
Darius llegó ya casi al amanecer, con Kassandra a su lado, sintió un nudo en el pecho al ver a Dina y Tanya. Sus abrazos, su dolor compartido, le recordaban lo que él nunca tuvo.Andrea no se despegaba de él. Su mano apretaba la suya, como si temiera que se rompiera, Darius bajó la mirada, no volteó a verla, no podía.El funeral de Dionisio Damasco comenzó al mediodía, los hermanos Damasco cargaron el ataúd. Claire lloraba en silencio, sostenida por Donatello.Dina sollozaba, aferrada a Tanya, su dolor era inmenso, nadie podía consolarla.Al otro lado del cementerio, el funeral de Vitto Santori también se llevaba a cabo, los Santori, tampoco quisieron esperar, así que movieron sus contactos, pagaron sobornos. El cuerpo de Vitto fue liberado rápido, como el de Dionisio.Dos familias, dos ataúdes, dos duelos, cuando los sepelios terminaron, los Damasco y los Santori se cruzaron en la salida. El aire se volvió denso.Arien Santori, con los ojos rojos de furia, caminaba al frente. Su madre
La villa Damasco estaba en silencio después del funeral de Donatello. Claire, agradeció a las Coldwell.—Gracias por venir —dijo, con la voz apagada— no sé cómo hubiera pasado esto sin ustedes.Miró a Tanya y Dina, abrazadas, todavía le costaba aceptarlas, pero algo en su corazón se ablandó.—Voy a intentar entenderlas —prometió— por Dina por lo que queda de nosotros.Greta asintió, con una mirada seria. —Hemos perdido mucho, es hora de dejar el odio atrás.Celine, Constanza y Caroline murmuraron de acuerdo. Darius y Kassandra, callados, observaban desde un lado.Vanessa, Sarah, Katrina, Marianne y Tanya querían quedarse. No podían dejar a los Damasco solos.Greta las miró, con gesto serio.—Las quiero a todas en Nueva York, en la mansión Coldwell, tenemos que hablar.Vanessa se puso nerviosa, no sabía lo que la abuela les diría.—Iremos, abuela, pero primero, dejemos que los chicos se repongan un poco.Sarah, Katrina y Marianne asintieron, Tanya apretó la mano de Dina, no la dejarí
Las chicas Coldwell se hospedaron en un hotel en Palermo, Katrina, Sarah, Vanessa, Marianne y Tanya, esa noche no pudieron dormir, la pasaron llorando, sentían herida el alma, la decisión de ser sincera con los Damasco les estaba cobrando una factura cara.Katrina se sentó en la cama, con la cara hinchada, tenía los ojos enrojecidos por el llanto, se le quedó viendo a Vanessa, que estaba acurrucada contra la pared.— ¿Vas a tener al bebé? —preguntó, tratando de saber que es lo que haría Vanessa ahora que pensaba que no contaría con el apoyo de Dante, Vanessa era muy joven después de todo.Vanessa se secó las lágrimas con la mano.—Claro que sí —dijo, decidida— sea niño o niña, no voy a dejar que me lo quiten.Se tocó el vientre aún plano.—Voy a hablar con Darius, él me va a ayudar a proteger a mi pequeño.Sarah se acercó y le agarró la mano.—Cuenta con nosotras también, no estás sola en esto.Marianne, conmovida, también se acercó a Vanessa.—Te amamos, Vanessa, siempre vamos a esta