Dante observaba a Vanessa, embelesado, no podía evitarlo, era hermosa, siempre lo había sido, pero ahora, sabiendo que llevaba a su hijo en el vientre, Dante la veía diferente. Había algo en ella, una especie de brillo que resaltaba su belleza y lo dejaba sin palabras.Se quedó mirándola, nervioso, con el corazón latiendo acelerado.—Vanessa —logró murmurar Dante, dando un paso hacia ella.Ella apretó la carpeta contra su pecho y retrocedió un poco. —Dante, yo… solo vine a recoger unas cosas y a dejar mi renuncia.Él asintió, tratando de parecer calmado aunque por dentro estaba hecho un lío. —Sí, claro. Pero… ¿podemos hablar un momento? En mi oficina, por favor.Vanessa dudó, mordiéndose el labio. Finalmente, asintió. —Está bien.Caminaron en silencio hasta la oficina de Dante. Él cerró la puerta detrás de ellos y se apoyó en el borde del escritorio, mientras ella se sentaba en una silla, mirándolo con cautela.—Vanessa, sé que lo nuestro está roto después de todo lo que pasó —empez
Dos semanas después, las chicas Coldwell se encontraban comprando algunas cosas para decorar las habitaciones de sus pequeños en su nueva casa. Habían elegido una casa hermosa en las afueras de la ciudad, con habitaciones suficientes para los pequeños y todas las chicas, con un enorme jardín al frente. En la tienda elegían algunos móviles y mantas que les hacían falta, de pronto, Sarah y Katrina se doblaron, llevándose las manos al vientre, mientras una mueca de dolor se reflejaba en sus rostros.—¡Ay, no! —gimió Sarah, apoyándose en un estante.Katrina, con los dientes apretados, maldijo debido al gran dolor que sentía.—Es ahora, maldita sea.Vanessa y Marianne reaccionaron rápido, dejando caer las cosas que llevaban. Cada una tomó a una de sus primas por el brazo y las guiaron al auto, ante la mirada de clientes sorprendidos. El trayecto al hospital fue un caos: Vanessa conducía a toda velocidad mientras Marianne, en el asiento trasero, intentaba calmar a Sarah y Katrina, que gemí
Al día siguiente por la mañana, Sarah y Katrina fueron dadas de alta del hospital, lucían aún pálidas por el esfuerzo del parto. Las Coldwell y los Damasco las acompañaron hasta la nueva casa, la abuela Greta, había insistido en que volvieran a la mansión Coldwell.—Es lo mejor para las niñas.Vanessa, fue quien respondió.—No, abuela, esta es nuestra casa ahora. No volveremos a vivir bajo tus reglas.Greta frunció el ceño, pero no insistió, las chicas habían cambiado; Ya no eran las marionetas de la tradición Coldwell, los Damasco, por su parte, llenaron la casa con ramos de rosas en tonos rosas, y blancas. En un intento por mejorar las cosas con las madres de sus hijas. Diego y Daniel, no se separaban de Emma y Lily, mirándolas como si temieran que desaparecieran. Dante y David, en cambio, eran conscientes de que Vanessa y Marianne aún no los querían cerca.Vanessa, en particular, evitaba a Dante, cada vez que él intentaba hablarle, ella desviaba la mirada, cruzándose de brazos. P
Seis meses después de la boda, las pequeñas Emma y Lily, gateaban bajo la mirada atenta de sus padres. Vanessa, con su bebé recién nacido en brazos, un niño al que llamaron Noah, sonreía desde la terraza. La vida, con sus altibajos, había encontrado un ritmo dulce. Las Coldwell y los Damasco, unidos por el amor y sus hijos, habían dejado atrás las sombras del pasado. Pero en las noches, cuando los niños dormían, las cuatro parejas encontraron momentos para revivir la chispa que los había unido, cada una a su manera, en la intimidad de sus habitaciones.Sarah y DiegoLa habitación de Sarah y Diego olía a vainilla, gracias a las velas que ella había encendido en la mesita de noche. Emma dormía profundamente en la habitación de al lado, y ellos, por fin, tenían una noche para sí mismos.Sarah, con un camisón negro que apenas cubría sus muslos, se acercó a Diego, que estaba sentado en el borde de la cama, todavía con la camisa desabotonada tras un largo día. Sus ojos se encontraron, y el
La reunión familiar estaba en todo su apogeo en el lujoso jardín de la mansión Coldwell, Vanessa escuchaba horrorizada como sus primas se vanagloriaban de sus proezas sexuales al lado de hombres casados. Hombres a los que se encargaban de enloquecer de deseo, y que después de un tiempo botaban como trapo viejo, pero no sin antes provocar que se divorciaran de sus esposas, eso solo lo hacían porque les parecía divertido, era un plus que agregaban a su trabajo. —¿Se enteraron de la última noticia del medio? Sara ha logrado que Michael se divorcie de Mónica, esa actriz de quinta ha obtenido su merecido, y lo mejor es que nuestra querida prima está por dejar con un palmo de nariz al tipo. —Marianne disfrutaba al contar las primicias. —Eso quiere decir que nuestra hermosa prima pronto cambiará de objetivo, sí lo ha obligado a divorciarse, es porque se ha aburrido, él hombre ya no despierta sus deseos, eso les pasa a los hombres por ceder a sus bajos instintos. —Katrina conocía muy bien
Al otro día por la tarde, después de la comida, se reunieron todas las Coldwell, eran nueve mujeres, la abuela, sus tres hijas y sus cinco nietas, entre ellas Vane, solo faltaba Darius, él llegaría al día siguiente. Las mujeres se encontraban reunidas en el gran salón de la propiedad, ahí era en dónde llevaban a cabo todas sus reuniones, la abuela Greta fue la que se acercó a la gran pantalla que se encontraba al frente. Después de encenderla se pudo ver el rostro de un hombre, todas las mujeres concentraron su atención en aquella imagen, menos Vane que jugaba en su celular sin levantar la mirada. —Niñ*, por Dios, pon atención, cuando menos danos tu opinión, ¿Alguno de ellos te gusta? —¿Acaso tomarán mi opinión en cuenta? ¿No serán ustedes las que elijan qué hombre será el que se meta entre mis piernas? —¡Basta! Vanessa Coldwell, has crecido y te has educado entre puras mujeres, a excepción de tu hermano, por eso es que no tienes idea de lo cruel que puede ser un engaño, y creeme
Vane se dirigió hacia su habitación, llevaba el sobre entre sus manos, sentía que le temblaba sin poder controlarse.Al entrar, colocó el pasador a la puerta, después se dejó caer sobre su cama, mirando hacia el techo, con los brazos abiertos, su mirada estaba fija sobre el techo.El techo era una gran pantalla, donde todo el tiempo se reproducían imágenes del espacio en tiempo real.La chica parecía hipnotizada, su mente iba de un pensamiento a otro, no entendía por qué no se le preguntaba sí estaba de acuerdo en llevar esa vida, para ella era difícil aún entender muchas cosas, aunque había crecido en medio de ese ambiente.Así permaneció por algunos minutos, inmóvil, después se sentó para revisar la información sobre aquel hombre, tomó una de las fotos entre sus manos, en verdad que era guapo, atractivo y exitoso, un ideal hecho hombre.—Así que tu eres mi objetivo, demasiado guapo, y no es mi mayor deseo que un hombre como tú me termine odiando, pero tengo que hacerlo, te pido disc
Darius salió de su habitación para dirigirse hacia la de su madre, Celine se encontraba colocandose una mascarilla facial frente al espejo, cuando escuchó que llamaban a su puerta. Al abrir se sorprendió al ver a Darius frente a ella, el malhumor de su hijo era evidente. —¿Qué es lo que sucede? —¿Cómo puede ser que envies a mi hermana a hacer esto? Ella es aún inexperta. —Qué mejor para demostrar lo que vale, que una prueba como esa, tus primas nos han hecho sentirnos orgullosas de ellas, así que mi hija tiene que superarlas. —Estás loca. —No te atrevas a faltarme al respeto, no he gastado millones en tu educación para esto. —¡Maldita sea! —Darius salió de ahí dando un portazo, por un momento pensó en hablar con su abuela, pero era tanto, o más necia que su madre, así que desechó esa idea. Regresó a su habitación, tenía que buscar la manera de estar cerca de Vane, no permitiría que nadie le hiciera daño. Días después, Vane se encontraba nerviosa, estaba parada ante la entrada