Al día siguiente
Club Aeronáutico
Nicky
Alguien dijo que todos tenemos miedo. Y es verdad. Al principio, cuando somos niños, tememos a la oscuridad, a los monstruos debajo de la cama, al ruido de una tormenta. Pero con el tiempo, esos miedos cambian. Se transforman. Se vuelven más silenciosos, más complejos, más difíciles de explicar. Ya no le tememos a lo que está afuera, sino a lo que llevamos dentro. Al fracaso. A decepcionar. A que nos dejen. A amar demasiado. A no estar a la altura.
Algunos miedos son simples, casi absurdos, fáciles de ignorar con una risa o una distracción. Pero otros… otros se te quedan en el pecho. Te paralizan justo cuando deberías avanzar. Te susurran que no puedes, que no lo mereces, que es mejor rendirse antes de intentarlo.
El amor… es otro miedo. Uno más profundo. Porque en el amor no hay máscaras ni excusas que valgan. Te expone. Te deja vulnerable. Ahí no hay control, ni cálculo, ni estrategia. Solo estás tú, con tus emociones al descubierto. Y eso asu