Jugando con fuego (3era. Parte)
El mismo día
New York
Nicky
Todos sabemos que jugar con fuego quema, pero aun así hay algo en ese calor que nos atrae. Es como una maldita adicción que necesitas para respirar. Como una corriente eléctrica que recorre la piel y te hace sentir viva, aunque sepas que va a doler. Algunos lo llaman estupidez, otros: suicidio emocional. Los más valientes lo llaman vivir.
Yo me inscribo en ese último grupo. El de los que prefieren lanzarse al abismo con los ojos abiertos, aunque sepan que van a estrellarse. Porque hay dolores que valen la caída. Y yo… yo quiero sentirlo todo. Aunque duela. Aunque me rompa.
Uno puede repetir mil veces que tiene el control, que sabe dónde pisa, que todo es un juego. Pero hay una parte de ti —una que no escucha razones— que siempre se escapa. El corazón. Ese cabrón late a su antojo, se prende sin permiso y decide por ti… cuando tú apenas estás aprendiendo a sostenerte en pie.
En mi caso, solita me metí en la boca del lobo al presentarme a esa cena con el galán