The Daily Grind estaba casi vacío a las 10:30 PM.
Solo un par de estudiantes universitarios en una esquina, laptops abiertas, auriculares puestos. La camarera limpiaba las mesas con movimientos lentos de quien sabe que el turno está por terminar.
Portia entró con pasos inseguros, todavía temblando por lo que había visto en Marlowe Street. Buscó con la mirada—no tenía idea de cómo era Redding Kaine físicamente.
—¿Portia?
Se volvió hacia la voz.
Un hombre se levantó de una mesa en el rincón más alejado. Alto, tal vez metro ochenta y cinco, con ese tipo de presencia que llenaba un espacio sin esfuerzo. Cabello oscuro con algunas canas en las sienes, mandíbula fuerte con barba de dos días, ojos grises que la estudiaban con intensidad profesional.
Vestía jeans oscuros y camisa de botones azul marino arremangada hasta los codos. No parecía investigador privado de película noir. Parecía… real. Sólido. Confiable.
Portia sintió un alivio inexplicable al verlo.
—Sí. ¿Redding?
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