El cielo de Roma aún estaba cubierto por la oscuridad del amanecer, pero una tenue claridad comenzaba a dibujar las nubes más altas, como si incluso el cielo dudara en dejarlos ir. Kendall miró por la ventana de la villa con una taza de café entre las manos y el corazón dividido.
El contrato había sido un éxito, el cliente estaba encantado, y Ethan… Ethan la miraba como si ella fuera su próximo destino.
Pero la misión en Italia había terminado. Era hora de volver.
Kendall recogió todas sus cosas. Mientras lo hacía, fue cubierta por los brazos de Ethan.
—Siento que fue una luna de miel —dijo en su oído mientras le daba un leve mordisco en el lóbulo, su aliento cálido acariciándole la piel.
Kendall se rió suavemente.
—Yo también lo siento —respondió, girando su rostro para besarlo. Fue un beso tierno, apasionado, cargado de todo lo que no se habían dicho en palabras.
Al separarse, intercambiaron una última mirada en esa habitación que se había convertido en su refugio.
Salie