La venganza equivocada del CEO
La venganza equivocada del CEO
Por: Lea Faes
Ha valido la pena

Parecía ser una noche como cualquier otra, me encontraba bailando al centro de la pista del club nocturno, los reflejos de luces neón iluminaban mi figura, un mar de hombres me observaba mientras un intenso deseo se reflejaba en sus rostros.

Seguí moviéndome, deseando que no notaran el gran esfuerzo que estaba haciendo por moverme al ritmo de la sensual música, ese día mis movimientos eran torpes.

Intentaba contener mis nervios, mi cuerpo parecía resistirse a mis órdenes, luchaba contra la urgencia de escapar, moví mi cadera al ritmo de la música.

La escasa ropa que portaba, me hacía sentir expuesta, insegura ante todas aquellas miradas lascivas, afortunadamente los guardias en el escenario evitaban que los hombres se acercaran.

Al club asistían hombres de clase alta, pero eso no impedía que alguno de ellos me gritara improperios, pretendiendo disfrazarlos de piropos, era como si en cada movimiento de mi cuerpo alentara lo peor de ellos.

Cuando la música finalmente se detuvo, me dirigí apresuradamente hacia la parte trasera de la cortina.

Al entrar en el camerino, el dueño del club me esperaba dentro, era un hombre grotesco, el excesivo grosor de su cuerpo, aunado a su altura y modales poco refinados, le daban un aspecto que provocaba miedo.

—Eso estuvo muy lejos de ser tu mejor actuación, Emilie. —Dijo con su desagradable voz, mientras su cara mostraba una mueca de disgusto, intenté no concentrarme en sus separados y amarillentos dientes que salían a relucir sin mayor esfuerzo.

—Lo siento, sé que no lo he hecho como es debido pero en este momento mi mundo se está desmoronando, prometo compensarlo en mi actuación de mañana. —Respondí con voz temblorosa, esperando que pudiera comprenderme y se compadeciera por un momento.

Lo vi fruncir el ceño, mientras negaba con un exagerado movimiento de cabeza, ese gesto me hizo presagiar que lo que escucharía a continuación no sería agradable.

—Tus problemas personales no tienen cabida aquí, estás para distraer y seducir a nuestros clientes, no para lamentarte, necesito que cumplas con tu trabajo, eso sí es que quieres que se te pague.

—Lo intentaré, lo prometo, solo es que mi novio está muy enfermo y necesita de mi apoyo en estos momentos. —Pronuncie sintiendo una gran sensación de pesar dentro de mi pecho, observé que en su grasiento rostro se formó una sonrisa que me pareció cínica.

—Sí esa es tu prioridad ahora, entonces ve con tu novio enfermo y olvídate de tu pago, pero sí quieres seguir aquí, debes cumplir con tu trabajo.  —Después de decirlo, salió de ahí sumamente molesto.

Mordí mi labio inferior inconscientemente, no podía evitarlo, lo hacía cada vez que me sentía nerviosa, lo hice tan fuerte que llegue a lastimarme,  en ese momento tuve la sensación de no ser más que una simple herramienta de entretenimiento.

—¿Esto es lo que soy? — Me pregunté mientras una sombra de tristeza invadía mi rostro.

Un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos, de pronto se abrió y pude ver que por ella entraba un hombre de mirada intensa y penetrante, lo observé con cautela, mientras mi corazón latía con nerviosismo.

El hombre se acercó lentamente, tuve la impresión de que actuaba como un depredador acechando a su presa, por un momento me sentí muy pequeña ante su mirada intensa.

Antes de que pudiera replicar por su presencia, con una voz suave y seductora, me hizo una oferta tentadora. —Mientras lo decía, sus ojos recorrían mi cuerpo con avidez.

—Te daré 10.000 dólares, si pasas esta noche conmigo. —Ofreció sin ningún atisbo de vergüenza. 

Estuve a punto de gritar, pero recordé la situación desesperada por la que estaba pasando, mi novio necesitaba dinero urgente para su tratamiento, la factura del hospital era abrumadora y la posibilidad de salvar su vida estaba en juego.

A pesar de sentirme humillada, a regañadientes, acepté la oferta del desconocido, el hombre sonrió triunfante al escuchar mi respuesta, se acercó a mí lentamente, mientras en su rostro permanecía una extraña sonrisa que no pude descifrar.

Estuve tentada a salir de ahí rápidamente, pero al recordar la suma que había ofrecido, hice un gran esfuerzo por detenerme, con eso podría pagar las sesiones de quimioterapia de Franco.

Al sentirme perdida, mordí de nuevo mi labio inferior, eso pareció excitarle, su respiración se volvió más rápida, se acercó un poco más, enseguida colocó sus manos sobre la pared, aprisionandome entre sus brazos.

Mi corazón empezó a latir de prisa, pude sentir su cálido aliento sobre mi cuello. 

—Ahora que has aceptado, creo que no perderé más tiempo, los minutos corren y no estoy dispuesto a esperar más, tomaré por lo que he pagado, y si no me comporto como un caballero, lo siento, pero tengo que calmar esta necesidad que me está consumiendo. —Dijo esto mientras llevaba una de sus manos hasta mis pechos.

Sus caricias se tornaron intensas, eso me hizo entender que no habría algún juego previo.

Me tomó con pasión, no puedo decir que disfrute aquello, era un hombre atractivo, pero las circunstancias del caso, no me permitieron hacerlo.

Mentiría si llegara a decir que fue violento, después de sentirse satisfecho, se detuvo, se alejó de mí, enseguida se levantó para vestirse, después me observó detenidamente. 

—Ha valido la pena, has sido mi mejor inversión hasta ahora. —Dijo, mientras permanecía con un gesto serio, después depositó el dinero prometido sobre la cama, sin decir una palabra más, se dirigió hacia la salida.

Tenía poco tiempo trabajando en ese club, cuando lo pisé por primera vez, me juré a mi misma que jamás vendería mi cuerpo, me sentía terrible por lo que había hecho.

Lloré intensamente hasta quedarme dormida, esa noche había entregado mi intimidad por dinero a un desconocido, no sabía sí ese hombre había notado que era mi primera vez entre los brazos de un hombre, tal vez la urgencia que sentía lo había evitado.

Dentro de mí sentía una sensación de vacío, había renunciado a mi dignidad por la necesidad de conseguir dinero.

Un par de meses después, me dirigía apresurada hacia el hospital, el médico me había llamado para informarme que el estado de Franco había empeorado.

Ingresé al hospital y me dirigí rápidamente hacia una de las habitaciones en medio de ese lúgubre edificio.

Al llegar a la puerta de la habitación de Franco, sentí una mezcla de alivio y ansiedad, al entrar, me encontré con una escena desgarradora,  mi novio yacía recostado en la cama, su frágil cuerpo estaba cubierto por una delgada sábana.

Su delgado brazo, una vez fuerte, se extendía hacia arriba, cubriendo su rostro como si quisiera protegerse de la realidad que lo rodeaba, la enfermedad había consumido su cuerpo.

Los rasgos faciales que solían estar llenos de vitalidad y energía ahora mostraban el impacto de la enfermedad, la piel pálida y translúcida dejaba entrever las venas azuladas que recorrían su rostro demacrado, no pude evitar sentir compasión, y un profundo pesar dentro de mi corazón.

Cuando notó mi presencia, me miró con una expresión sombría y cansada, sus ojos, una vez llenos de vida, ahora reflejaban el impacto de la enfermedad.

—No debes venir aquí —susurró con voz débil, pero su intento por sonar malhumorado era evidente.

—No puedo quedarme sin asegurarme de que estés bien.

—Emilie, por favor, entiende, no quiero que me veas así —elevó la voz, intentando alejarme.

A pesar de su actitud, me acerqué lentamente, sabía que su rudeza era solo una fachada, un intento de mantenerme alejada para protegerme.

—Sé que estás pasando por un momento difícil, pero no quiero dejarte solo en esto —le susurré, tratando de transmitirle mi apoyo. 

—¡Lárgate! —Volvió a gritar haciendo un esfuerzo.

—Si quieres, puedes aumentar el volumen de tus gritos, no me importa, pero ten en cuenta que si perturbas a los demás pacientes, la enfermera vendrá y te administrará un sedante —no entendía que yo no le prestaba atención a la fachada que él intentaba mantener, sabía que era solo una máscara, un intento por aparentar fortaleza.

—No quiero que veas en lo que me he convertido, no es fácil para mí, mis riñones han dejado de funcionar por completo, este espectáculo no es agradable de presenciar.

Para un hombre que había sido fuerte en el pasado, era difícil aceptar en qué se había convertido.

—Solo vete, Emilie, no me mires —dijo con amargura, y supe que luchaba por aceptar su nueva realidad.

Me acerqué más a él y tomé su mano temblorosa entre las mías, quería que supiera que no me importaba su apariencia física.

—Sé lo difícil que es para ti todo esto —le respondí con ternura —puedo ver más allá de las apariencias, eres la misma persona por dentro, y estaré a tu lado pase lo que pase.

A pesar de sus protestas y su actitud defensiva, sabía que necesitaba mi apoyo, no podía quedarme al margen mientras luchaba contra su enfermedad, no podía darme por vencida, no con él que había sido un ángel en mi vida.

Comprendía perfectamente lo que le pasaba, pensaba que su enfermedad lo había convertido en una carga, que su deterioro físico lo hacía menos digno de amor y cuidado.

Observé la bandeja con alimentos sobre la mesilla, caminé hacia ella y tomé una cuchara, sumergiéndola en la sopa que le habían traído, me acerqué a Franco, decidida a persuadirlo para que comiera algo.

Sin embargo, en un arranque de frustración, golpeó la cuchara, haciendo que la sopa se derramara, sentí una punzada de dolor en mi corazón ante su comportamiento.

—Sé que estás pasando por un momento difícil, pero necesitas alimentarte para recuperarte —le dije tratando de no mostrar lo mucho que me había lastimado su reacción.

—Te he dicho que no quiero nada, ¿Acaso eres tonta y no puedes entender mis palabras? ¿O es que te has vuelto sorda de repente? —Las palabras de Franco salieron con amargura y desdén, hiriendome en lo más profundo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas que luchaba por contener, sin embargo, en lugar de mostrar debilidad, recobré la postura, para después mirarlo directamente directamente a los ojos.

—No, Franco, no soy tonta ni sorda, pero sí soy alguien que se preocupa por ti, no puedo quedarme de brazos cruzados y ver cómo te autodestruyes, sé que estás pasando por momentos difíciles, pero no voy a rendirme contigo.

Enseguida me di la vuelta para abandonar la habitación, al salir, apoyé la espalda sobre la puerta, mientras suspiraba profundamente, tratando de encontrar la calma.

Deslicé la mano dentro del bolsillo de mi abrigo para sacar mi teléfono, había perdido la noción del tiempo y no me había dado cuenta de un mensaje que había recibido, mi pulso se aceleró mientras leía con atención su contenido.

Suspiré nuevamente, guardé el teléfono para después alejarme de la habitación, ajusté mi abrigo y eché una última mirada al lugar donde había dejado a Franco, era obvio que se encontraba luchando contra sus propios demonios.

Justo antes de salir del hospital, el médico que atendía a Franco se acercó sonriente.

—Buenos días, señorita Emilie, le traigo noticias maravillosas, hay un donante compatible y podríamos proceder con el trasplante en breve, sin embargo, es necesario que realicen un pago para reservar el órgano y asegurar su lugar, de lo contrario, se destinará a otro paciente, como bien saben, encontrar un donante compatible ha sido una ardua tarea, el procedimiento se llevará a cabo en dos semanas.

Me alegré al escuchar aquello, pronto Franco olvidaría todo el sufrimiento.

—Me alegra escucharlo, ¿A cuánto asciende la suma total del procedimiento?

—Pediré que hagan el presupuesto total, en cuanto lo tenga se lo entregaré.

—Gracias, doctor, estaré esperando. —Un brillo de esperanza iluminó mis ojos.

Después de despedirme del médico, salí del hospital, enseguida alcé la mano para detener un taxi que pasaba por la calle, mi lugar de destino estaba a solo unos minutos de distancia, al llegar, bajé apresurada, suspiré al observar el imponente hotel que se alzaba al frente.

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