Massimo
Miraba la pantalla del televisor, los titulares se burlaban de mí con su crueldad.
"La gran Emilie se cae en la pasarela", "De reina a hazmerreír: La caída de Emilie", "¿Se acabó la suerte de Emilie?"
Cada palabra era como una puñalada en mi corazón. Emilie, mi dulce Emilie, expuesta a tal humillación, a tal crueldad.
Miré las fotos, su rostro que demostraba que estaba en shock y vergüenza mientras yacía en la pasarela, podía ver las lágrimas en sus ojos, la angustia en su rostro.
Y yo estaba aquí, atrapado en esta maldita silla, incapaz de hacer nada para ayudarla.
Lancé el control remoto del televisor a través de la habitación, un grito de frustración y rabia escapó de mis labios.
¿De qué servía todo mi dinero, todo mi poder, si no podía proteger a la mujer que amaba?
Pensé en volver a ella, en ir a su lado y enfrentar a los buitres de los medios juntos, pero luego miré mis piernas, inmóviles e inútiles.
¿Qué bien le haría? ¿Cómo podría apoyarla cuando yo mismo era un lisiad