Buenas noticias

El lujo y la elegancia del lugar me abrumaron al entrar, la mirada curiosa de algunas personas que se encontraban en el lobby me acompañaron durante el camino hacia el elevador.

Mientras me dirigía a una suite, mi mente estaba llena de pensamientos sobre cómo podría obtener el dinero necesario para el trasplante, las buenas noticias que me había dado el médico invadían mi mente.

Finalmente, llegué a la puerta indicada, después de un momento de duda, toqué el timbre, la puerta se abrió, y allí estaba Massimo, el mismo hombre que me había ofrecido dinero aquella noche en el club.

Su presencia imponente llenó la habitación, y me encontré atrapada en su mirada penetrante, su presencia era imponente-

Aunque su expresión permanecía fría y seria, los ojos de Massimo brillaban con una intensidad que revelaba su deseo incontrolable, su presencia ejercía un magnetismo innegable sobre mí, como una cadena invisible que me atraía hacia él.

—Al fin has llegado —resonó la voz ronca de Massimo, su tono era autoritario, era como si me estuviera dando una orden disfrazada de petición.

—Lo siento, no ví el mensaje  inmediatamente. 

—Shhh, no digas nada, entra, aprovechemos este momento.

Me encontraba en una encrucijada, debatiéndome entre mis deseos y necesidades, atrapada en una relación en la que el control era una constante.

Lo observé discretamente, mientras él se hacía a un lado para permitirme el paso, en ese momento pude sentir su cálida fragancia, era una mezcla de tabaco y sándalo, con la que ya lo identificaba.

Con timidez, di unos pasos cautelosos hacia el interior de la habitación, la puerta se cerró tras de mí con un clic suave.

Massimo avanzó hacia mí con confianza, deteniéndose frente a mi figura temblorosa, sentía su mirada intensa sobre mí cuerpo, eso aumentaba enormemente mi nerviosismo, siendo sincera, realmente moría de ganas por estar de nuevo entre sus brazos.

Sin previo aviso, Massimo tomó mi delicado abrigo y lo arrojó descuidadamente a un lado,  mi frágil vestido apenas ofreció resistencia y, en cuestión de segundos, me encontré expuesta ante él, aun no podía evitar incomodarme ante la desnudez de mi cuerpo, sentí su mirada recorrer cada curva, observando con detalle.

Massimo se deshizo de su camisa, revelando un torso musculoso y marcado, mi mirada quedó atrapada en su físico poderoso y viril, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Massimo con una sonrisa de medio lado que se me antojo perfecta, mostraba con ella la satisfacción que sentía.

Luché contra mis pensamientos intrusivos, tratando de entender por qué esa sonrisa enigmática me causaba escalofríos, a pesar de la atracción física que sentía hacia él, algo me inquietaba en su mirada.

El ambiente estaba cargado de seducción, y yo me debatía entre el deseo que despertaba en mí ese hombre y la urgencia de ayudar a Franco.

Con una mirada determinada, Massimo trazó círculos en mi piel con la punta de su dedo, hasta llegar a mis pechos,  mis ojos lo siguieron, sintiendo cada pequeño temblor que recorría mi cuerpo, luego, con una lentitud calculada, su dedo ascendió hacia mi cuello, deteniéndose en mis labios entreabiertos.

Mi corazón latía rápidamente, y me sentía inmóvil ante su presencia, me di cuenta de que estaba completamente a su merced, atrapada en un juego de seducción y sumisión.

—No tienes por qué estar nerviosa, preciosa, me aseguraré de que disfrutes... o tal vez no, en este momento, el placer que importa es el mío—sus palabras resonaron en mi oído, llenándome de temor y excitación.

Luchaba por contener mis emociones, atrapada entre mis deseos y la realidad de la situación, una parte de mí se resistía a la idea de ser utilizada como un objeto de placer, sabía que esto no era lo correcto, pero otra parte ansiaba dejarme llevar por la corriente de sensaciones prohibidas.

Massimo tomó mi brazo con firmeza y me condujo hacia la cama, sus manos exploraban mi cuerpo, trazando caminos de éxtasis.

Los jadeos entrecortados que provocaban sus movimientos, llenaban la habitación, creando una sinfonía íntima que solo nosotros dos conocíamos.

Me sentía rendida a la intensidad del momento, incapaz de negar la verdad de lo que sentía, a pesar de mis intentos por resistir, me consumía un fuego ardiente, avivado por las habilidades de Massimo.

Cada caricia, cada beso, cada roce me llevaba a un abismo de placer del que no quería escapar, me quería consumir en ese fuego intenso.

El tiempo pareció detenerse mientras nos entregábamos a la pasión desenfrenada, nuestros cuerpos, ahora saciados y enredados entre sábanas desordenadas, reflejaban el eco de un encuentro ardiente y prohibido.

Massimo se levantó de la cama, satisfecho, y sin preocuparse por su desnudez, se dirigió al baño, lo seguí con la mirada, no pude evitarlo, admiré su trasero firme y esculpido antes de bajar la mirada y ruborizarme, consciente de la intimidad compartida y de las emociones contradictorias en mi interior.

En cuanto él salió, me levanté rápidamente para darme un baño, poco después salí envuelta en una toalla, mi corazón latía con fuerza, esperaba que Massimo estuviera inmerso en un profundo sueño.

Sin embargo, estaba completamente despierto, absorto en la pantalla de su teléfono.

Nuestras  miradas se encontraron por un instante, antes de que él volviera su atención al dispositivo que sostenía en sus manos, su gesto me pareció indescifrable.

Me sentía incómoda, pero disimulé mis emociones y centré la atención en el mensaje que acababa de recibir en mi teléfono, un destello de esperanza brilló en mis ojos al descubrir que mi cuenta bancaria había sido abonada con una generosa suma de diez mil dólares.

—Es lo pactado, reconozco que ha válido la pena cada centavo, ahora si quieres puedes quedarte toda la noche o marcharte. —Dijo con su acostumbrada voz ronca.

Por un momento creí que me miraba de manera diferente, creo que había notado que me sentía muy agotada, por la mañana, frente al espejo, había notado unas débiles sombras oscuras que empezaban a notarse bajo mis ojos.

—Gracias. —Agradecí de manera tímida, mientras bajaba nuevamente la mirada.

—Te daré mucho más, eso sí aceptas ser solo mía, mientras requiera de tus servicios, no podrás permitir que te toque otro hombre. —Como siempre, más que un pedido, era una orden.

Asentí con un débil movimiento, después de todo necesitaba el dinero, y no era como que pensara en estar en la intimidad con otro hombre.

Con un movimiento rápido guardé el teléfono en mi bolso, respiré profundamente para intentar mantener la calma en aquel momento, mientras mantenía la mirada fija en Massimo.

Era evidente que aquel hombre cumplía con el trato que habíamos acordado y, aunque la frialdad en su tono era notoria, no podía evitar sentir un cierto alivio al saber que había cumplido con su parte.

Sabía que el dinero era fundamental para mi objetivo, para ayudar a Franco en su lucha contra la enfermedad que amenazaba su vida, sin embargo, también sentía una creciente incomodidad por la situación en la que me encontraba y por la relación que había establecido con Massimo.

Instantes después dejé escapar un suspiro de alivio al percatarme de que Massimo finalmente se había sumido en un sueño profundo, sentí que me relaje un poco en ese momento.

Sus ojos oscuros permanecían cerrados, su cuerpo relajado sobre las suaves y blancas sábanas de la cama, la habitación se llenó de una calma casi palpable, como si el mundo exterior se desvaneciera por un instante y solo existieramos los dos en aquel espacio íntimo.

No pude evitar observarlo por un instante, contemplé durante algunos segundos la impresionante estructura de su espalda, sus músculos esculpidos resaltaban poderosamente, era como si la perfección física se hubiera manifestado ante mis ojos, era dueño de un cuerpo que parecía haber sido tallado con precisión y dedicación. 

Cada detalle, cada prominencia muscular, evocaba una sensación de fuerza y virilidad que no podía pasar desapercibida, por un momento me recordó al David de Miguel Angel, era simplemente perfecto.

Sin embargo, rápidamente me reprendí a mí misma por dejarme llevar por pensamientos intrusivos, aquello no era más que un trabajo, una transacción fría y distante, no había espacio para emociones o atracciones, solo una necesidad mutua que debía ser satisfecha.

Decidí acomodarme en el borde de la cama, estaba decidida a mantener una distancia emocional con Massimo, y sin darme cuenta, me sumergí en un sueño profundo.

Unas horas después, desperté con la sensación de que algo había cambiado en el ambiente, mi cuerpo estaba rígido y alerta, y rápidamente me di cuenta de que Massimo ya no estaba a mi lado. 

Un vacío momentáneo se apoderó de mí, antes de que pudiera procesar por completo su ausencia, unos golpes fuertes resonaron en la puerta, como si alguien intentara entrar con desesperación, una voz femenina, llena de ira y frustración, gritó al otro lado.

Mis sentidos se agudizaron mientras mi mente intentaba comprender la situación, me levanté de golpe, mi instinto me dictaba que debía cubrir mi cuerpo, así que tomé una bata de baño cercana y la envolví a mi alrededor apresuradamente, la puerta se abrió bruscamente, y una mujer furiosa irrumpió en la habitación sin permiso.

La confusión y el miedo se apoderaron de mí mientras observaba a una bella mujer avanzar con determinación hacia mí, su mirada desprendía una furia descontrolada, y su presencia imponente y segura dejaba claro que estaba acostumbrada a obtener lo que deseaba.

Sus ojos se desviaron de mí hacia la cama revuelta, uniendo las piezas del rompecabezas frente a ella, su voz era aguda y cargada de ira mientras hablaba.

—¿Así que tú eres la zorra con la que me engaña? —sus palabras resonaron en la habitación mientras me miraba con desprecio, sin previo aviso, alzó su mano y me abofeteó con fuerza, el golpe impactó en mi mejilla dejando una marca ardiente.

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