87. Tú me diste la vida...
87
Alexandra se dejó caer pesadamente en la silla de ruedas, sin molestarse en disimular su disgusto. Elías agradeció con una leve inclinación al enfermero que la llevó hasta la puerta y se encargó de empujarla él mismo por los pasillos del hospital.
—¿A dónde me llevas? —preguntó Alexandra con desinterés, limpiándose una lágrima que aún amenazaba con caer.
—Al jardín. Quiero que te dé un poco de aire. Estás demasiado encerrada en esa habitación.
—No soy un perro que necesita paseo —murmuró.
—Y yo no soy tu niñera. Pero sí tu médico. Y estás empezando a mostrar signos de ansiedad y depresión —replicó Elías con tono seco, aunque su mandíbula se apretó al ver cómo ella bajaba la cabeza como una niña regañada.
—No puedo más, Elías —dijo entonces, con voz rota—. No puedo más con esta maldita pierna. Me duele todo el tiempo, y no voy a volver a bailar nunca más.
Se detuvo en seco. El jardín quedaba justo a unos metros, pero Elías giró la silla para mirarla de frente.
—¿Quién te dijo eso?
—