Me quedé ahí, sin decir nada, congelada como una tonta, mirándolo hipnotizada.
Ese hombre despertaba tantas sensaciones en mí que me era imposible siquiera pensar con claridad.
Pero… ¿cómo decírselo?
¿Cómo aceptar frente a él lo que verdaderamente me estaba pasando por dentro?
—Madeleine —me llamó, con esa voz grave que siempre lograba sacudirme el alma—.
Contéstame… no tengas miedo de decir lo que pasa por tu cabeza.
Respiré hondo.
Sentía que el corazón me latía tan fuerte que temía que pudiera escucharlo.
—Enzo… —susurré, bajando la mirada—.
Creo que me estoy enamorando de ti.
No sé cómo pasó… tal vez el acercamiento entre nosotros, el dolor, la venganza…
Tú has estado conmigo durante todos esos momentos oscuros.
Tal vez… tal vez tú sólo necesites una Luna…
No pude terminar la frase.
Él me cortó de inmediato con un beso ardiente y profundo, devorándome el alma.
Cuando se separó de mí, sus ojos ardían de emoción.
—No te imaginas lo que estas palabras significan para mí —susurró, con