Cuando mi loba quería salir a la superficie, era muy difícil detenerla. Era tan testaruda como yo. Pensé que todo estaría perdido y que todo nuestro esfuerzo se echaría a perder si ella se abalanzaba contra Freya. Pero, como siempre, Enzo llegó al rescate: al percatarse de mi estado, se hizo presente de inmediato.—Cariño, debes tranquilizarte. No es momento para que Mira salga a la superficie —me dijo Enzo a través del enlace mental.—Eso díselo a ella; está tan terca que no entiende de razones.—Mira, ya basta. Estás poniendo en peligro la misión; tú debes proteger a Madeleine, no ponerla en riesgo —la reprendió Enzo con severidad.El aura de Enzo era impresionante. Mi loba, por más rebelde que fuera, terminó por retirarse a un lugar apartado de mi mente.—¡Gracias! Otra vez me salvaste.—Sabes que haría lo que fuera por ti. Pero, ¿cómo te sientes? ¿Estás lista para continuar con lo que viene?—No te preocupes, Enzo. Lo estoy —contesté.En ese instante, nuestros ojos se cruzaron. No
Desde donde estaba, podía ver cómo el ambiente de la celebración se tornaba tenso y hostil.Los invitados comenzaron a dispersarse tras la bochornosa escena protagonizada por Freya, quien continuaba gritando como una desquiciada, incapaz de controlar sus emociones.Intenté comunicarme mentalmente con Madeleine, pero el enlace estaba bloqueado, lo cual disparó todas mis alarmas.Algo no estaba bien.Busqué su presencia entre la multitud, moviéndome con cautela para no levantar sospechas, pero no lograba encontrarla.El beta de Dante, evidentemente nervioso, intentaba calmar a los invitados, repitiendo excusas baratas sobre los nervios de Freya y la tristeza por la pérdida de sus padres.Mentiras que nadie creía.Los murmullos se extendían como pólvora y las miradas de burla eran imposibles de ocultar.Mientras tanto, Dante, visiblemente molesto, prácticamente arrastraba a Freya fuera del salón, haciendo un esfuerzo patético por mantener las apariencias.No podía perder más tiempo.Me c
A través de la ventanilla del carruaje, apenas iluminada por la tenue luz de la luna, vi a lo lejos cómo Enzo se transformaba en su forma de lobo.Su pelaje oscuro como la noche brillaba bajo la lluvia mientras emprendía su camino hacia el bosque, alejándose de mí sin mirar atrás.El carruaje siguió avanzando hacia el castillo, pero yo apenas sentía su movimiento.Mi corazón pesaba demasiado.Lloraba en silencio, desgarrada por la discusión que habíamos tenido.Las palabras de Enzo retumbaban en mi cabeza una y otra vez, tan frías, tan dolidas.Pensaba en lo dura y obstinada que había sido con él.Después de todo lo que había hecho por mí, de todo el riesgo que había asumido solo para ayudarme…¿Y así era como le pagaba?Me odiaba por haberle causado ese dolor.Me odiaba más aún por saber que en el fondo, él creía que volver a ver a Dante había removido algo dentro de mí.¡Nada más alejado de la realidad!Si algo había sentido, era repulsión.Cuando llegamos al castillo, bajé del carr
en el castillo de la manada Luna Roja, la violencia estallaba.Dante, incapaz de tolerar la insolencia de nadie —y mucho menos de Freya, a quien siempre había visto como un objeto de su propiedad—, la sujetó brutalmente del cabello. Sin piedad, le propinó un puñetazo que la lanzó contra el suelo.—¡Te pregunté qué fue lo que hiciste! —bramó fuera de sí—. ¡Habla, estúpida!Freya, con la mejilla ensangrentada y los ojos llenos de odio, apenas podía ponerse de pie.—¿Me golpeas por esa basura a quien tú mismo rechazaste para ser tu Luna? —gritó con voz quebrada—. ¡Ahora me lastimas por ella!Dante la tomó nuevamente, sacudiéndola como si fuera una muñeca de trapo.—Mis órdenes fueron claras, Freya —gruñó entre dientes apretados—. ¡Te dije que no la mataras! ¡Y tuviste la osadía de desobedecerme!Su voz era un látigo implacable que rebotaba en las paredes mientras la seguía golpeando sin control.—¡Estoy esperando que hables!Finalmente, Freya, en un arranque de rabia y desesperación, gri
Cuando regresé al castillo, uno de los guardias se acercó rápidamente.—Mi lord… Madeleine ha salido.Supe en ese instante que algo no andaba bien. Un mal presentimiento me golpeó en el pecho.—¿Adónde demonios habrá ido esta vez? —gruñí en voz alta, sin poder controlar el enojo y la preocupación que me hervían por dentro.No perdí tiempo. Me interné en el bosque, ignorando la lluvia torrencial que no daba tregua.Esa mujer me estaba volviendo loco.Era tan obstinada…Tan salvajemente libre.En eso era completamente diferente a Isabella, quien siempre fue dócil, obediente, dispuesta a seguir cada indicación sin chistar.Madeleine, en cambio, era un huracán imposible de controlar.Y esa diferencia maldita era la que me estaba destruyendo por dentro, la que alimentaba la confusión que ya no podía acallar.¿A quién amaba realmente?¿A la mujer que había perdido?¿O a esta nueva versión de ella, idéntica por fuera, pero tan distinta en esencia?No quería pensar en eso ahora.Solo quería e
Me quedé ahí, sin decir nada, congelada como una tonta, mirándolo hipnotizada.Ese hombre despertaba tantas sensaciones en mí que me era imposible siquiera pensar con claridad.Pero… ¿cómo decírselo?¿Cómo aceptar frente a él lo que verdaderamente me estaba pasando por dentro?—Madeleine —me llamó, con esa voz grave que siempre lograba sacudirme el alma—.Contéstame… no tengas miedo de decir lo que pasa por tu cabeza.Respiré hondo.Sentía que el corazón me latía tan fuerte que temía que pudiera escucharlo.—Enzo… —susurré, bajando la mirada—.Creo que me estoy enamorando de ti.No sé cómo pasó… tal vez el acercamiento entre nosotros, el dolor, la venganza…Tú has estado conmigo durante todos esos momentos oscuros.Tal vez… tal vez tú sólo necesites una Luna…No pude terminar la frase.Él me cortó de inmediato con un beso ardiente y profundo, devorándome el alma.Cuando se separó de mí, sus ojos ardían de emoción.—No te imaginas lo que estas palabras significan para mí —susurró, con
El viento frío golpeaba mi rostro mientras avanzábamos entre la bruma de la madrugada. A medida que nos acercábamos a la parte baja del territorio, el sonido del agua desbordada y los llantos desgarrados de mi gente comenzaron a llenar el aire.Cuando finalmente llegamos, la escena frente a mis ojos me hizo apretar los puños con impotencia. El río, normalmente sereno y apacible, se había transformado en una bestia furiosa, devorando todo a su paso. Las pequeñas casas de los omegas, humildes pero llenas de vida, ahora no eran más que escombros arrastrados por el lodo. Sus pocas pertenencias flotaban sin rumbo, y el terreno, antes fértil y ordenado, era ahora un lodazal irreconocible.Hombres, mujeres y niños temblaban bajo la lluvia persistente, cubiertos de barro, abrazando los restos de lo que alguna vez fue su hogar. Sus rostros reflejaban dolor, desesperanza… y aún así, cuando me vieron llegar, sus miradas se encendieron de inmediato. No importaba cuán grave fuera la tragedia, para
Finalmente, tras horas de trabajo incansable, llegamos al castillo.El cansancio pesaba en mis músculos, pero el deber no me permitía flaquear.Al entrar, la calidez que emanaba del interior fue como un bálsamo para todos. El olor a pan recién horneado, el crujir de las mantas limpias, el murmullo de voces organizando todo… supe en ese instante que Dorian había cumplido su parte a la perfección.Y entonces la vi.En medio de todo aquel movimiento, Madeleine se movía con una gracia natural que me dejó sin aliento.Estaba organizando a los niños, envolviéndolos en mantas, acomodando a los ancianos en lugares cómodos, asegurándose de que todos tuvieran algo caliente entre las manos.Su cabello, ligeramente húmedo por la bruma que se filtraba, caía en ondas desordenadas sobre su espalda.Su rostro, aunque cansado, brillaba con una luz que no tenía nada que ver con la lámpara encendida a su lado.Ella no se percató de mi llegada de inmediato.Estaba concentrada en consolar a una madre que