El tiempo pasó, y finalmente, el día de la fiesta había llegado. Todo estaba listo para dar el primer golpe. Aunque en un principio Enzo no quería permitirme que los acompañara, terminó por convencerse de que eso era lo mejor, ya que nadie conocía la manada Luna Roja como yo.
Y cómo no hacerlo, si fue el lugar donde crecí, donde viví junto a mi padre, donde conocí el dolor y la traición. Ahora regresaría para comenzar a cavar la tumba de los desgraciados que tanto me lastimaron.
—¿Estás lista? —preguntó Enzo, mirándome directamente a los ojos.
—Todo lo lista que se puede estar para algo como esto —contesté con un dejo de tristeza en mi voz, pero con la determinación ardiendo en mi interior más fuerte que nunca.
—Si tienes dudas, si sientes que algo podría salirse de control, solo dilo, Madeleine. Sabes que no fallaré, y si decides quedarte, lo voy a entender.
—Jamás me perdería lo que está por suceder. Además, quiero visitar la tumba de mi padre.
—Madeleine, eso puede ser peligroso y