Valeria había subido a buscar un chal; al menos, esa fue la excusa que le dio a Mateo al salir de la sala.
En realidad, solo quería un momento para pensar. La arrogancia de Emilia aún le punzaba el pecho como una cuchilla que se negaba a ser arrancada. Su mente no dejaba de reproducir a Emilia inclinándose y besando a Mateo de forma deliberada, provocativa... casi como si quisiera que Valeria la viera.
La mandíbula de Valeria se tensó de nuevo mientras caminaba por el pasillo, sus tacones repiqueteando suavemente contra el suelo de madera pulida. Se detuvo al llegar a la esquina que conducía al estudio de Mateo.
Fue entonces cuando oyó voces.
Suaves. Urgentes. Susurrantes.
Reconoció al instante la tranquila voz de barítono de Mateo... pero la voz de Emilia era diferente ahora. Ni coqueta. Ni dulce. Ni segura.
Era nerviosa. Casi asustada.
Valeria se inclinó más cerca, apretándose contra la pared junto a la puerta entreabierta del estudio. Contuvo la respiración.
Por dentro, Emilia sona