Mateo la dejó llorar hasta que sus sollozos se convirtieron en jadeos entrecortados y exhaustos. Al principio, no habló (hay momentos en que las palabras son baratas y el silencio pesa más), pero mantuvo las manos sobre sus hombros, firmes y firmes, como si el simple roce pudiera recordarle que aún existía en el mundo más allá de la traición.Cuando la respiración de Emilia empezó a estabilizarse, Mateo sacó un pañuelo suave de su bolsillo y limpió con suavidad los restos de rímel de sus mejillas. "No tienes que decir nada ahora", murmuró. Su voz era baja, urgente, como la de alguien cuando la elección entre la vida y la ruina es una cuestión de vida. "Pero necesito que me escuches".Se estremeció al pensar en la sonrisa de Leonardo, la cálida que había sido, ahora con dientes de tiburón en la grabación, e intentó encerrarse en sí misma. Aun así, los brazos de Archer la apretaron. "Te mintieron", dijo simplemente. "Convirtieron tu vida en una historia que escribieron para poder sobrev
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