Leonardo acababa de entrar en su despacho del ático, con la chaqueta al hombro y la irritación aún presente en el rostro tras el enfrentamiento con Mateo en el hospital. Tiró la chaqueta sobre el sofá y se pellizcó el puente de la nariz cuando la puerta del despacho se abrió de golpe, golpeando la pared con un fuerte BANG.
No necesitó mirar para saber quién era.
Solo una mujer entró en su despacho como un huracán.
"Aquí vamos", murmuró Leonardo en voz baja.
Isla estaba en el umbral, con el pecho agitado y los ojos vidriosos por las lágrimas que ardían tras la ira. Entró furiosa, dando un portazo. El sonido resonó como un trueno.
Leonardo levantó la cabeza lentamente.
"¡Ay! ¡El volcán entra en erupción!", dijo secamente.
"No empieces conmigo, Leonardo", espetó Isla, con la voz temblorosa pero cargada de furia.
Se recostó en su silla, completamente despreocupado.
"Demasiado tarde. Ya has empezado."
Tiró el bolso sobre el escritorio con tanta fuerza que se deslizó y tiró unos documentos.