Isla permaneció sola en su coche mucho después de salir del edificio, con el motor en marcha pero las manos congeladas en el volante. Las palabras de Emilia no dejaban de dar vueltas en su cabeza como una maldición que no podía silenciar. «Valeria está embarazada de Leonardo». Cada vez que volvía a oír la frase, se le clavaba más hondo, retorciendo algo en su interior.
Volvió a coger el teléfono.
Consíganme con la misma gente. Los que no hacen preguntas. No quiero ruido. No quiero atención. Solo quiero que se solucione el problema.
Una pausa.
No, no la maten. La quiero viva. La quiero lo suficientemente rota como para no volver a abrir la boca.
Terminó la llamada y se recostó, riendo suavemente para sí misma. «¿Crees que puedes reemplazarme con un embarazo, Valeria? ¿De verdad creías que funcionaría?»
Más tarde esa noche, Valeria seguía paseándose por su habitación, inquieta, sin poder dormir. Su teléfono vibró con un mensaje de un número desconocido pidiéndole que bajara. Dudó un mom