Emilia permaneció inmóvil junto al alto ventanal de su oficina, mientras las luces de la ciudad parpadeaban como luciérnagas inquietas. Sentía la tensión en el pecho, un pulso que se negaba a calmarse incluso después de terminar la conferencia de prensa. Su verdad había sido expuesta al mundo, su identidad restaurada, y con ella, el peso de todas las traiciones que había sufrido. Pero la última pieza de su plan —la única sombra que aún la amenazaba— era Isla. Esa mujer que había sido una espina constante, cuya presencia una vez dictó cada uno de sus movimientos. Y ahora, Emilia había terminado de esperar.
Se giró bruscamente, sus tacones resonando contra el suelo de mármol mientras se acercaba a la gran mesa de conferencias. "Llamen a todos", dijo, su voz interrumpiendo el silencioso murmullo de la oficina. En cuestión de minutos, la sala se llenó con un equipo cuidadosamente seleccionado: investigadores privados con reputación de encontrar lo indescifrable, jefes de seguridad capaces