El teléfono de Emilia vibró sobre la mesa de cristal justo cuando los últimos reporteros salían del edificio. Miró la pantalla y sonrió levemente al ver el nombre: Isla. Respondió sin dudarlo, con voz tranquila, casi divertida.
“Entonces”, dijo Isla al otro lado, con una risa aguda y burlona, “por fin te expusiste. Emilia. ¿O debería decir la mujer que se negó a seguir muerta?”.
Emilia se recostó en su silla. “Suenas decepcionada, Isla. ¿Esperabas que me quedara enterrada para siempre?”.
“Qué descaro tienes”, espetó Isla. “Después de todo lo que hiciste. Después de todo lo que nos hiciste pasar. ¿Crees que estar frente a las cámaras te hace poderosa?”.
“No”, respondió Emilia en voz baja. “Me hace libre. Algo que tú nunca has sido”.
Hubo una pausa, luego Isla volvió a reír, esta vez más fuerte. “Corre mientras puedas, Emilia. Corre lejos. Porque te encontraré. Y cuando lo haga, terminaré lo que empecé”. Emilia rió entre dientes, un sonido lento y deliberado. "¿Correr? No, Isla. Ese e