90. Se la llevaron
Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de Medea mientras elegía con cuidado prendas que disimularan las marcas rojizas en su cuello, huellas que su esposo le había dejado la noche anterior. Al final optó por un vestido blanco, de cuello alto y sin mangas, que dejaba sus brazos al descubierto y realzaba su silueta con elegancia.
Salió de la habitación para reunirse con él en la mesa. Kaien ya estaba desayunando, concentrado en su teléfono, algo poco habitual en él, pues detestaba la presencia de dispositivos durante las comidas.
—Buenos días, cariño —lo saludó ella al sentarse frente a él—. Hoy te levantaste temprano.
Kaien levantó la mirada y le dedicó una expresión afectuosa.
—Tengo noticias para ti —dijo, extendiéndole el teléfono—. Míralo tú misma.
Intrigada, Medea tomó el dispositivo y deslizó la vista por la pantalla. El artículo abierto mostraba la fotografía de Elian, acompañada de un titular que anunciaba la plaga que había contaminado sus viñedos. La nota detallaba las