62. Tu venganza es mi venganza
Había pasado más de una hora y no sabía nada de ella. Kaien no podía concentrarse en nada. Ya le había hecho varias llamadas, pero nunca respondió. ¿Qué tanto hacía con Elian?
—Kaien, deberías comer algo —le dijo Mirka, notando su inquietud—. ¿Estás así por esa mujer? Pensé que lo tuyo con ella no era por amor.
—Vete, Mirka —gruñó sin querer mirarla, con la vista clavada en el celular—. Llévate la comida, no tengo hambre.
—Pero, Kaien...
—¡Es una orden, Mirka! —reventó. Ella dio un paso atrás, sorprendida—. Solo encárgate de que Nayla coma, ¿sí? Y cierra la puerta al salir.
Mirka apretó los labios con frustración y salió sin decir nada más. Kaien no paraba de dar vueltas por el despacho, cada vez más desesperado. Odiaba sentirse así, inseguro, y más sabiendo que ni siquiera tenían un matrimonio real con Medea, pero no lo podía evitar.
Dejó el teléfono sobre el escritorio con impotencia. Medea no iba a contestarle, eso lo tenía claro, pero cuando regresara más le valía tener una buena