56. Cinismo, sentencias y celos.
—¿Tú... puedes ver? —preguntó Elian, incrédulo—. ¿Recuperaste la vista, Medea?
—Así es —respondió ella con orgullo—. Te dije que las citas con el oftalmólogo traerían buenos resultados, pero nunca confiaste en mi progreso.
—No, no... —murmuró Romina, consternada—. Esto debe ser una maldita broma.
—¿A qué vienen ustedes dos? ¿A arruinar nuestra noche? —los enfrentó Leticia, intentando mantenerse digna—. Llévate a esta mujer de aquí, Kaien. Esta es la boda de mi hijo y no permitiré que la echen a perder. ¿Qué les pasa? ¿Y eso de estar casados no implica que ya se veían desde antes?
—Por supuesto, seguro eran amantes y ahora nos echan toda el agua sucia —secundó Romina, furiosa—. Me llamaste infiel mientras te veías a escondidas con esta mujer, ¿no, Kaien? ¡Eres un miserable!
—No todos somos como tú y Elian, Romina, así que bájale a tu melodrama, no te queda el papel —replicó Kaien, rodeando la cintura de Medea con un brazo—. Nos apoyamos mutuamente cuando ustedes decidieron jugar sucio.