39. Corazón de madre

—La prensa sigue afuera de la clínica —informó Rogelio con un suspiro agotado—. ¿Qué hacemos? ¿Esperamos un poco más o salimos por la puerta de emergencia?

—No, prefiero descansar un rato —respondió Medea, acomodándose en una de las sillas de la sala de espera—. ¿Puedes traerme un café frío? Que esté bien dulce, por favor.

—Por supuesto, quédese aquí —asintió él antes de alejarse.

El hombre que la acompañaba se sentó en el extremo opuesto de la fila, observando con atención todo a su alrededor. Desde que el día anterior estalló el escándalo en los medios, los periodistas no habían dejado de acosarla. Por eso su padre, sin posponerlo más, le asignó un guardaespaldas.

Medea acababa de salir de su sesión con el oftalmólogo. El resultado fue alentador porque el médico confirmó que tanto el nervio óptico como la retina estaban en buen estado, y que su recuperación avanzaba con éxito.

De pronto, escuchó unos pasos suaves acercándose por el pasillo a su izquierda. Un aroma dulce, a fresas fr
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