40. Guerra de amantes
Saphira despertó sobresaltada en una cama de hospital, completamente desorientada. Al incorporarse, un leve dolor en el vientre la hizo gemir. Entonces lo recordó: la sangre bajándole por las piernas, el mareo repentino y el desmayo.
—Mi hijo... —murmuró, llevándose las manos al abdomen, sintiendo ese vacío tan extraño—. ¡Mi bebé!
—Señorita, por favor, cálmese —dijo un doctor que justo entraba en la habitación.
—¿Qué pasó con mi bebé? —preguntó con desesperación mientras se levantaba con dificultad y lo agarraba de la bata—. ¡Está bien, ¿verdad?! ¡Dígame que no le pasó nada!
—Lo siento mucho —respondió él con suavidad, apartándola con delicadeza y una expresión seria—. Su cuerpo presentó signos de fallo metabólico. Algo afectó la función hepática o renal, y el embarazo no logró continuar.
—¿Qué... significa eso? —balbuceó ella, con las lágrimas nublándole la vista.
—¿Ha pasado por mucho estrés? ¿Algún desajuste hormonal? —inquirió—. Sus niveles estaban alterados, el sodio, potasio, e