26. Firma de divorcio
Medea acariciaba la invitación entre sus dedos con el ceño fruncido. Los nombres de ella y su esposo estaban enmarcados con elegancia sobre el papel, tal como Rogelio le había dicho al entregársela. Debían asistir juntos.
—Cariño —la voz de su esposo sonó desde la puerta, mientras asomaba la cabeza con cautela—. Hablemos, por favor. Ya han pasado varios días.
—Pasa —respondió ella con la vista perdida en un punto indefinido—. Después de todo, tenemos un evento al que debemos asistir juntos.
—Sí, me acabo de enterar —Elian se acercó y se sentó a su lado en la cama—. Amor, no quiero que pienses mal de mí. Sobre ese perfume en mi ropa...
—Te daré la oportunidad de decirme la verdad, Elian. ¿Me estás engañando con alguien? Porque ahora que lo pienso, llevabas tiempo distante. No quiero descubrir que esa actitud tenía que ver con una infidelidad desde mucho tiempo más atrás.
—¡Por supuesto que no! —exclamó, tomando sus manos con fuerza—. Amor, lo juro, fue un accidente en la oficina. Una