10. Sed de venganza
No, no era su hija. Durante seis años crió a una niña que no le pertenecía, sino que era hija de su esposo y de su amante. Entonces, ¿dónde estaba la suya? Aquella pequeña que llevó en su vientre durante nueve largos y agónicos meses. ¿Se la arrebataron? ¿Qué había pasado?
—Señora, por favor, cálmese —suplicó Rogelio, preocupado al verla llorar en silencio, tan desconsolada—. Si alguien entra y la ve así...
—Mi bebé... —sollozó ella—. Me la quitaron, Rogelio. Todos estos años yo... —tragó saliva, luchando por respirar—. ¿Le hicieron algo a mi hija?
—No sabría decirle. Pero podemos iniciar una investigación exhaustiva.
—Será complicado. Han pasado seis años...
—Difícil sí, pero no imposible. Por ahora necesita calmarse y concentrarse en su recuperación. Es por su bien.
Medea se secó las lágrimas y asintió, aunque el dolor seguía clavado en lo más hondo. Pensar en Alin, en Saphira, en Elian... le desgarraba el alma. Jamás imaginó que la vida que creía perfecta era, en realidad, un infie