—¿A qué se refiere con eso? —preguntó Alicia, con la voz quebrada y los ojos llenos de incredulidad.
Sus manos temblaban mientras sostenía el teléfono, incapaz de comprender del todo la magnitud de lo que acababa de escuchar.
—Encontré al amante de Paula —respondió él, con un tono firme, como si no hubiera vuelta atrás—. Hablaré con él, y haré que me cuente todo, desde cuándo son amantes, cada detalle, cada secreto, todo.
Alicia sintió que la sangre se le helaba en las venas. Sus ojos se abrieron como platos y su pecho se apretó en un dolor punzante.
La sorpresa, la ira y el miedo se mezclaron en un cóctel insoportable que la dejó paralizada. No dijo nada.
Ninguna palabra lograba salir de su garganta; todo su cuerpo parecía haber sido atrapado por la incredulidad.
Sin decir nada, salió de la empresa con pasos rápidos, pero torpes, como si cada paso la hundiera más en un abismo de ansiedad.
Su mente corría a mil por hora, intentando encontrar un plan, un modo de enfrentar la situación,