Norman y Javier llegaron hasta ese lugar para rescatar a Roberto, pero ya habían llamado a la policía.
La tensión en el aire era palpable mientras se acercaban a la casa.
Cuando Norman arribó, notó que las puertas estaban abiertas, un signo inquietante que lo llenó de miedo.
¿Qué había pasado?
Su corazón latía con fuerza, y una sensación de pavor lo invadió al imaginar lo peor.
Con cada paso que daba hacia la entrada, su mente se llenaba de preguntas aterradoras.
¿Y si Roberto no estaba bien? ¿Y si algo horrible había sucedido?
Al cruzar el umbral, la escena que se presentó ante sus ojos fue devastadora.
En lugar de encontrar a su madre, se toparon con Roberto Montes tendido en el suelo, con un golpe en la cabeza que lo dejaba vulnerable y débil.
Verlo así, despojado de su fortaleza habitual, hizo que un escalofrío recorriera la columna de Norman.
Sin pensarlo, corrió hacia él, sintiendo que cada latido de su corazón resonaba en sus oídos.
—¡Roberto! —gritó, casi levantándolo del sue