Los hermanos Miller llegaron a la empresa con una sensación de tensión en el aire. Sabían que la abuela había solicitado hablar con ellos, y eso siempre significaba que algo importante —o problemático— estaba en camino, aunque Alexis ya sabía de que quería hablar con sus otros dos nietos. Erick, el mayor de los hermanos, tomó la delantera, con la mirada en blanco y serena, pero con un nudo en el estómago. Detrás de él, Alexis y Jorge compartían una mirada de preocupación.
—¿Qué es lo que le urge tanto a la abuela? —Preguntó Jorge.
—Seguro darnos un extenso sermón por no presentarnos ayer —respondió Erick con una sonrisa socarrona.
—Ayer pensaba presentarnos a nuestras prometidas. —Comentó Alexis con desgano.
—¿Prometidas? —Preguntaron Erick y Jorge al unísono.
—Si, consideran que estamos tan desequilibrados mentalmente que deben decidir por nosotros quién será nuestra esposa. —Se encoje de hombros.
Al llegar a la oficina, Erick se acomodó en su escritorio, mientras Alexis se sentaba a