La biblioteca del castillo siempre había sido un refugio para Eliana, pero esa noche sentía que las sombras la observaban con más insistencia que de costumbre. Había recibido una pista de Lucien: en los registros más antiguos podía estar la clave de su linaje.
Armada con una lámpara de aceite, descendió hasta la sección cerrada por cadenas oxidadas. Nadie tenía permitido entrar allí, pero las cerraduras no eran un obstáculo para quien sabía qué buscar. Lucien le había entregado una llave pequeña, sin darle explicación alguna.
Eliana la introdujo en el candado, y este se abrió con un chasquido seco.
Dentro, el aire estaba impregnado de polvo y un olor metálico. Pergaminos y códices se amontonaban como restos olvidados de otra era. Eliana pasó los dedos sobre los lomos hasta que uno, marcado con un sello lunar, le llamó la atención.
Lo abrió con cuidado. En sus páginas, escritos en una caligrafía arcaica, se narraba la historia de los Sanctis Lumen, una familia humana que había hecho un