Todo mi cuerpo vibra con su tacto sobre la piel de mis piernas, como si cada célula estuviera sintonizada con su frecuencia. Sus manos acarician, aprietan y estrujan mi piel con una intensidad que me hace sentir viva, acelerándome el pulso y haciéndome sentir el corazón en la garganta. Las sensaciones explosivas que desencadena su toque caliente son como una ola de fuego que se extiende por todo mi ser, dejándome sin aliento y pidiéndome más. Cada toque es como una chispa que enciende una llama que arde más fuerte con cada caricia, cada beso, cada susurro en mi oído.
—Me encanta el olor que emanas —me susurra al oído, su voz baja y sensual—. Es como una mezcla de flores y miel, algo que me vuelve loco.
Me sonrojo y siento un escalofrío en la espalda.
—¿De verdad? —pregunto, mi voz apenas audible.
—Sí —responde, su nariz rozando mi cuello—. Me gusta cómo hueles a jazmín y a sol. Es como si tu olor fuera hecho solo para mí.
Me río nerviosamente y él me mira con intensidad, como si tambi