Kaelos nos observa desde la distancia, con una sonrisa burlona en su rostro, mientras María y yo llegamos al límite de la fortaleza con el lobo cautivo.
—¿Qué pasa, chicas? ¿Se fueron a instalar a su mamá o a cazar? —dice Kaelos, mirando al lobo con desdén.
María se detiene y mira a Kaelos con una expresión enfadada.
—¿Qué te importa a ti, Kaelos? —responde María, con un tono de voz cortante—. ¿No tienes nada mejor que hacer que molestar?
Kaelos, el hermano de mi prometido se acerca a nosotros, mirando al lobo con interés.
—Solo me pregunto qué hicieron para capturar a este pobre diablo —dice Kaelos, con una sonrisa que hace que María se ponga aún más furiosa.
María se acerca a Kaelos, su rostro a pocos centímetros del suyo.
—Lo capturamos porque estaba espiándonos, ¿contento? —dice María, con voz baja y peligrosa.
Kaelos levanta una ceja y mira a María con una intensidad que hace que me sienta incómoda.
—Ah, ¿sí? ¿Y qué crees que estaba haciendo aquí? —pregunta Kaelos, con una voz qu