—Así que tú eres la sanadora —dice el hombre misterioso, con una voz fría y despiadada.
—Sí, soy la que buscas —respondo, perdida en la frialdad de sus ojos.
—Perfecto —dice, dándome la espalda—. Tráiganla ya.
Dos lobos se acercan y me toman de los brazos, arrastrándome hacia él. Yo me remuevo y empiezo a gritar:
—¡Permíteme sanar a mi hermano! ¡No puedo irme sin sanar a mi hermano!
Me arrastran lejos pero no me dejo. Gael esta en el piso, muriéndose. El hombre misterioso se vuelve hacia mí, con una mirada glacial que me pone a temblar las piernas.
—El que muera va a ser tu culpa —dice—. No debiste dejar que llegara hasta este punto.
—No seas tan desgraciado y tan cruel —le digo, forcejeando para liberarme—. Permíteme sanar a mi hermano y me iré contigo.
Se rie de mi y no veo piedad en su mirada, en ninguno de sus gestos.
—No —dice, y sus hombres me sujetan con más fuerza.
Forcejeo con todas mis fuerzas, tratando de liberarme de los lobos que me sujetan. Logro zafarme de uno de ellos y, en un movimiento desesperado, tomo la daga de su cinturón y la llevo a mi cuello.
—Si no me permites sanar a mi hermano, me mato —digo, con la daga presionada contra mi piel—. Y tú me necesitas a mí. Pero no me iré contigo sin salvar a mi familia. Si no dejas que sane a mi hermano y dejas en paz a mi manada...
El hombre lider se detiene en seco, su mirada fija en la daga que tengo en el cuello. Su rostro se vuelve tenso pero hasta ahí, no muestra nada mas, dejando ver su frio corazon.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta, con una voz que intenta ser calmada pero que revela una nota de pánico.
—Lo que tengo que hacer —respondo, con una determinación que no sabía que tenía—. No te llevarás a nadie sin que sane a mi hermano. Y si tratas de detenerme, no tendré otra opción que hacer esto.
La presión de la daga en mi cuello aumenta, y puedo sentir el frío del metal en mi piel. El hombre me mira con una mezcla de sorpresa pero suelta una media sonrisa que no se que me causa, pero me sorprende.
—¿Quién eres? —pregunto, con la daga todavía en mi cuello.
—Tu peor pesadilla —responde, con una sonrisa cruel.
—La peor pesadilla de todos los lobos de mi especie —añado, intentando mantener la calma.
Se ríe, y su risa es como un trueno en la noche.
—Puedes tomarlo como quieras—me repara de mis a cabeza, y no se ni como pararme.
—¿Trabajas para el alfa Thane, por eso eres asi de despiadado?
—¿No conoces a Thane verdad? —pregunta con curiosidad.
—Nadie lo ha visto, solo hemos escuchado que es cruel, despiadado, que nos caza sin piedad y que todos los miembros de su manada lo son y tu eres la prueba de eso, por eso te pregunto si estas bajo sus ordenes.
—Eso es algo que no te importa —dice, con una mirada despiadada—. Tienes cinco minutos para curar a tu hermano. De lo contrario, morirá.
—¿Y qué pasará con toda mi manada? —pregunto, intentando mantener la presión—. Porque si les tocas un cabello, créeme, esta daga se enterrará en mi cuello y jamás van a encontrar a otra sanadora. Yo soy única.
—No me gusta que me amenacen ni me pongan condiciones —dice, con una voz que rezuma autoridad.
—Pues siempre hay una primera vez para todo —respondo, con una determinación que no sabía que tenía—. Y yo sé lo que valgo. Y al parecer, me necesitas demasiado... o tu alfa me necesita demasiado. Porque si no, ya me hubieses matado por desafiarte.
El hombre misterioso me mira con una mezcla de sorpresa y admiración.
—Está bien —dice finalmente—. No tocaré a ninguno de tus familiares.
—Y mi hermana María va a acompañarme también —añado, sin dudar—. Y mi hermano Gael, cuando esté curado, vendrá con nosotras.
Sonríe de nuevo, pero esta vez hay un destello de diversión en sus ojos.
—Estás abusando de tu suerte —dice—. Pero está bien. Tenemos un trato, preciosa. Tienes cinco minutos para curar a tu hermano. Después, vendrás conmigo. Y no habrá más juegos.
Asiento, y lentamente bajo la daga de mi cuello. El hombre misterioso hace un gesto a sus hombres, y ellos se apartan, permitiéndome acercarme a Gael. Me arrodillo junto a él y comienzo a curarlo, con la esperanza de que pueda sobrevivir.
Pongo mi mano sobre la herida de Gael, y siento cómo mi poder comienza a fluir hacia él. La herida comienza a cerrarse lentamente, y puedo ver cómo la piel se regenera. No hay nada extraordinario en este proceso, simplemente siento cómo mi energía se despliega y cura la herida.
No duele, ni para mí ni para Gael. Es como si mi poder fuera una parte natural de mí, algo que siempre ha estado ahí.
Gael me mira con ojos agradecidos cuando termino de curarlo.
—No tenías que hacerlo —dice, con una voz débil pero llena de emoción.
—Sí tenía —respondo, sonriendo—. No iba a dejarte morir. Eres mi hermano. Te quiero demasiado.
Me concentro en curar a mi hermano, poniendo toda mi atención en su herida y en el flujo de mi poder hacia él. Sin embargo, puedo sentir la mirada del lobo cruel sobre mí, como una presión constante que me hace consciente de su presencia.
Aunque no lo miro, puedo sentir su intensidad, su curiosidad y su cálculo. Es como si pudiera sentir su mirada penetrante, analizándome y evaluándome. Me esfuerzo por mantener mi concentración en la curación de Gael, pero no puedo evitar sentirme incómoda bajo la mirada del lobo.
Mi poder fluye hacia Gael, y su herida comienza a cerrarse lentamente. Puedo sentir cómo su cuerpo se recupera, y me siento aliviada de que esté mejorando. Pero la sensación de la mirada del lobo cruel sobre mí no desaparece, y me hace sentir como si estuviera esperando a que termine de curar a Gael para hacer su próximo movimiento.
Exponer mi poder frente a él es un arma de doble filo. Por un lado, he podido curar a mi hermano y salvar su vida. Pero por otro lado, ahora él conoce el don que corre por mis venas, y eso me pone en una posición vulnerable.
Me doy cuenta de que herir a mi hermano no fue solo un acto de crueldad, sino que también tuvo un propósito calculado.
Quería descubrir quién era la sanadora, y comprobar qué tan fuerte y poderoso es mi poder. No cabe duda de que es un hombre calculador y despiadado, que no se detiene ante nada para lograr sus objetivos.
Ahora que conoce mi poder, puedo sentir cómo su mente trabaja para evaluar cómo puede utilizarme. ¿Me pregunto qué planes tiene para mí, y si podré escapar de su control? La sensación de estar en sus manos es aterradora, y no sé qué futuro me espera. Pero estoy decidida a proteger a mi familia y a mí misma, cueste lo que cueste.
Termino y me pongo de pie, mirando al lobo cruel.
—Menos de un minuto—sonrie—impresionante.
Me da la espalda.
—Traigan ya—demanda y se mueven por nosotros sin darme tiempo a despedirme de mi hermano Sebastian y mi padre.
Me subo al carruaje que me espera, mientras mis hermanos se dirigen a otro vehículo. Eel lobo que dejaron custodiándonos se sienta a mi lado, y yo miro por la ventana, observando el paisaje que se aleja de nuestra manada.
La escena me llena de una profunda tristeza, pero también de una determinación férrea. La impotencia que siento al no poder salvar a mis compañeros de manada, al no poder revivirlos o sanarlos debido a la maldición de la luz del sol, me impulsa a buscar venganza.
—¿Cómo es que ustedes tienen conocimiento de nuestro poder? —pregunto—. ¿Cómo saben que podemos revivir a los muertos?
—No te importa—es un grosero y me quedo callada.
Me estremezco al pensar en lo que nos espera y ya tengo ganas de conocer a ese hombre. Tener cara a cara a mi enemigo.
El paisaje se despliega ante mí como un tapiz de verdes y marrones. Han pasado cinco días desde que emprendimos este viaje continuo, solo deteniéndonos para alimentar a los caballos y refrescarnos en las hermosas cascadas que encontramos en el camino.
Cinco dias, cinco malditos dias para llegar al reino del gran Alfa.
—Necesito vendarte los ojos —dice el lobo que me custodia
—¿Por qué? —pregunto, sintiendo una mezcla de curiosidad y desconfianza.
—Estamos cerca de los límites de la manada y no confiamos en ti —responde sin rodeos.
Me pone la venda, no tengo mas opcion que aceptar aunque no quiera.
De repente, una mano fuerte me toma del brazo. No sé quién es, pero me dejo guiar. Tropiezo varias veces.
— Tranquila —me dice una voz profunda.
—¿Cómo voy a estar tranquila si no puedo ver? —respondo, intentando mantener la calma—. No confío en ti.
—No tienes más opciones —dice la voz—. Pero no te voy a hacer nada. Solo tengo que llevarte a un lugar.
El aire huele a rosas y a limpio. Puedo captar el ruido de otros pasos que no son los míos. Después de un largo camino, él abre unas puertas y me interna en un lugar.
—No te quites la venda —me dice, antes de soltarme el brazo.
Me quedo quieta, tratando de escuchar y sentir todo lo que me rodea. ¿Dónde estoy? ¿Qué va a pasar ahora? La incertidumbre es abrumadora.
Me quedo quieta, con la venda sobre mis ojos, intentando controlar mi respiración agitada. Mi corazón late con fuerza, como si estuviera a punto de salirse de mi pecho. El miedo me paraliza, me hace temblar ligeramente. No me atrevo a quitarme la venda, no me atrevo a desobedecer.
De repente, siento una presencia detrás de mí. Algo poderoso, algo que me hace sentir pequeña e insignificante. La atención es intensa, Me quedo congelada, sin atreverme a mover un músculo.
Los ojos que me miran parecen perforar mi piel, y un dolor intenso me atraviesa. Es como si mi alma estuviera siendo quemada por dentro, consumida por una fuerza que no puedo controlar.
La oscuridad me rodea, y la venda sobre mis ojos parece amplificar la sensación. Estoy paralizada, incapaz de moverme o hablar. La presencia se acerca más, y su aliento sobre mi piel me hace estremecer. El calor se vuelve más intenso, y mi cuerpo tiembla de miedo y anticipación.
Llevo mis manos a los ojos, intentando deshacer el nudo de la tela. Pero justo cuando estoy a punto de quitármela, una voz fuerte y casi desgarradora me detiene.
—No te la quites —dice la voz, con un tono que me hace temblar.
La voz es tan intensa que me paraliza. Me quedo congelada, con las manos en la venda, pero sin atreverme a moverme. La voz parece resonar en mi mente, y siento un escalofrío que me recorre todo el cuerpo.
Me quedo quieta, intentando procesar lo que acaba de suceder. La voz me ha detenido, pero ¿por qué? ¿Qué pasaría si me quitara la venda? La incertidumbre me consume, y me siento más vulnerable que nunca.
—¿Quién eres?
Me quedo en silencio, esperando una respuesta. Pero el silencio es total.
—Si no me respondes, me voy a quitar la venda y me largaré de aquí —digo con determinación.
Pero antes de que pueda siquiera pensar en hacerlo, siento que alguien me agarra de la cintura por detrás. La sorpresa me hace dar un respingo, y me quedo congelada. Me pegan contra un pecho duro, y siento un calor intenso que me rodea.
—Soy el alfa más poderoso sobre la faz de la Tierra —dice una voz profunda y autoritaria en mi oído—Así que llámame Thane.
Por fin estoy cara a cara con el hombre que voy a matar.