La oscuridad de la noche se había apoderado de la isla, envolviendo todo en una quietud inquietante. Los faros del helicóptero que había traído a Leo parpadearon antes de desaparecer en la distancia. A pesar de la aparente calma, dentro de la base, la tensión era palpable. Los pasillos, usualmente llenos de actividad, ahora estaban vacíos. Solo unos pocos miembros de seguridad patrullaban las áreas, pero ni ellos parecían estar completamente tranquilos. Algo estaba por suceder.

Leo se encontraba en una pequeña sala, junto a Sofía, mirando el mapa proyectado sobre la pared. El aire estaba cargado de incertidumbre. Sabía que lo que venía era crucial, pero al mismo tiempo, temía que ya fuera demasiado tarde. Las piezas del rompecabezas no encajaban como debían, y algo en su instinto le decía que, aunque habían avanzado, el enemigo ya tenía el control de varios movimientos.

Sofía, con la mirada fija en el mapa, parecía estar sumida en sus pensamientos. Su rostro mostraba una mezcla de con