El pasaje secreto, oculto en lo profundo de las entrañas del edificio, se extendía ante Sofía como un túnel que prometía liberación, pero también la incertidumbre de lo desconocido. Mientras avanzaba a tientas, el eco de sus pasos resonaba en las paredes metálicas que la rodeaban, y la oscuridad comenzaba a apoderarse de sus sentidos. La sensación de claustrofobia era palpable, pero nada de eso podía compararse con la tensión de la confrontación que acababa de vivir. Felipe, aunque derrotado en ese momento, no había sido vencido completamente. Sofía lo sabía. La batalla aún estaba en marcha, y las piezas que ella había movido en su juego podían no ser suficientes para asegurar la victoria.
El pasaje terminó en una pequeña sala que parecía ser un antiguo depósito. Sofía, aliviada por la quietud del lugar, se permitió un breve respiro. Miró hacia atrás, pero no pudo ver nada más que las sombras que la rodeaban. La alarma había cesado, pero el peligro seguía acechando.
Sin embargo, un pe