El aire dentro de la base era espeso, cargado de tensión. Los alarmas seguían resonando en cada pasillo, advirtiendo a todos que algo se había roto en el sistema. La infiltración había alcanzado el punto crítico y ahora, el enemigo sabía que algo se les había escapado. Pero la información que Leo había conseguido no era solo un premio; era una espada de doble filo que podría poner a todos en riesgo.
Sofía y Leo corrían por los pasillos, los ecos de sus pasos retumbando en cada esquina. Cada sonido parecía multiplicarse, y por un momento, la sensación de ser observados era casi insoportable. Ellos sabían que la situación se estaba desmoronando alrededor de ellos. Lo que había comenzado como una infiltración controlada ahora se había convertido en una huida desesperada.
-¿Estás bien? -preguntó Sofía, mientras miraba a Leo de reojo, notando la tensión en su rostro y la forma en que apretaba el maletín que contenía los datos.
-Sí, pero no por mucho tiempo -respondió Leo con un tono grave.