El Festival de la Cosecha de Invierno transformaba Norvhar. A pesar del frío cortante, las calles de la ciudad se habían llenado de vida, con guirnaldas de hojas perennes y farolillos de cristal azulado que pendían entre los edificios de piedra. Liria observaba maravillada desde su carruaje cómo la severidad habitual del reino se disolvía bajo el hechizo de la celebración.
"Es la primera vez en años que el rey asiste personalmente", comentó Elara, ajustando la capa forrada de piel sobre los hombros de Liria. "La gente lo interpretará como un buen augurio."
Liria asintió, pero su mente estaba en otra parte. Hacía tres días que no veía a Caelan a solas. Desde aquella noche en la biblioteca, algo había cambiado entre ellos, como si hubieran cruzado un umbral invisible. Sin embargo, los preparativos del festival habían mantenido al rey ocupado, y ella se debatía entre la esperanza y la incertidumbre.
El carruaje se detuvo en la plaza principal. Cuando Liria descendió, un murmullo recorrió