La luz del atardecer se filtraba por los ventanales de la biblioteca, proyectando sombras alargadas sobre los antiguos volúmenes. Liria permanecía sentada en el alféizar, con el colgante que su madre le había entregado antes de partir de Ervenhall entre sus dedos. Lo había llevado consigo todo este tiempo, oculto bajo sus vestidos, como un último vínculo con su hogar.
El medallón de plata, pequeño y discreto, mostraba un grabado que siempre le había parecido un simple adorno floral. Sin embargo, ahora, tras semanas de inmersión en la historia de Norvhar, ese diseño cobraba un significado completamente distinto.
—No puede ser una coincidencia —murmuró para sí misma, mientras sus dedos recorrían el contorno del símbolo.
Había estado revisando antiguos manuscritos sobre la fundación del reino cuando lo vio: el mismo patrón entrelazado que adornaba su colgante aparecía en las ilustraciones del escudo original de Norvhar, antes de que la dinastía de Caelan lo modificara.
Liria se levantó y