45. Marcas de guerra.
45. Marcas de guerra.
El pasillo estaba envuelto en sombras, y el eco de cada paso resonaba en mis oídos como un tambor de guerra. Mi vista, agudizada por la penumbra, captó un movimiento fugaz al final del corredor. Mi lobo rugía dentro, exigiendo sangre. No era momento de contenerme.
El olor a humedad y carne mezclado con esa esencia particular de los lobos traidores me llenó las fosas nasales. Sabían que estaba aquí. Y yo sabía que eran más de uno.
—Vamos, cobardes—, murmuré, dejando que el gruñido se deslizara entre mis palabras—. Si querían cazarme, escogieron el lugar equivocado.
Un segundo después, un cuerpo emergió de las sombras, lanzándose hacia mí con una velocidad que habría sorprendido a cualquier humano. No a mí. Mi instinto tomó el control. Esquivé con facilidad y, girando sobre mis talones, lo empujé contra la pared con tal fuerza que sentí el crujido de huesos fracturándose. Antes de que pudiera reaccionar, mis manos estaban en su garganta, apretando.
Era un joven