44. Las reglas del juego.
Había algo en su voz, en cómo sus palabras resonaban contra mi pecho, que hacía que la decisión se sintiera más real. Juntos. Era una simple promesa, pero la forma en que Rita lo dijo, con esa convicción que no sabía que tenía, logró calmar parte de la tormenta que rugía dentro de mí. Sin embargo, no podía permitirme ignorar la realidad. La manada no aceptaría una alianza conmigo si no mostraba fuerza, y fuerza significaba control. Control de ellos. Control de mí mismo.
Pero Rita… ella era el punto débil en ese juego. Si alguien la veía como una debilidad, como una pieza que podrían usar en mi contra, estaría condenada. Y eso era algo que no podía permitir. Por más que quisiera enfrentar lo que venía junto a ella, había líneas que no estaba dispuesto a cruzar.
—Rita, hay algo que necesitas entender —comencé, separándola ligeramente de mí para mirarla a los ojos. Su ceño fruncido me decía que no le iba a gustar lo que venía, pero debía ser honesto. No había espacio para las mentiras en