ADELINE DE FILIPPI
La mañana comenzó con el sonido de una campana lejana, algo que jamás había escuchado tan cerca, y con el aroma a café fuerte flotando en el aire. Me estiré lentamente sobre las sábanas de lino blanco y sonreí al notar el brazo de Lucien rodeando mi cintura. Dormía profundamente, con el cabello despeinado y la mandíbula relajada, sin rastro del jefe mafioso que todos temían. En ese momento, solo era mío.
Acaricié su mandibula y besé su pecho, dormir desnudos era un placer que me encantaba desde que lo descubrí, su piel era suave y su aroma embriagante, dejé besos suaves en su pecho y sentí sus brazos apretarme, un beso en mi cabello mientras inhalaba mi aroma.
— Buenos días princesita, ¿dormiste bien?
— Más que bien despues de hacer el amor contigo amore.
Lucien sonrió bajito y levanté mi mirada para encontrarme con sus hermosos ojos azules, sus manos acariciaban mi piel suavemente, luego acarició mi mejilla y dejó un suave beso en mis labios.
— Amo despertar conti