ADELINE DE FILIPPI
El espejo me devolvía una imagen que aún me costaba aceptar: una versión de mí misma que parecía salida de una revista italiana de moda. Vestido beige entallado, largo hasta las rodillas, chaqueta blanca a juego, tacones finos, cabello suelto con ondas suaves. Lucien había elegido cada pieza. Y lo peor —o lo mejor— es que me quedaban perfectas.
—Estás preciosa —me susurró desde la puerta, con ese acento italiano que me derretía las piernas—. Hoy conocerán a mi mano derecha… y a mi futura esposa.
Me giré para verlo. Con su traje azul marino, reloj de lujo y esa mirada segura que podía incendiar un edificio. Nadie imaginaría que ese mafioso letal se volvía un completo idiota enamorado cuando me miraba.
—¿Estás seguro de esto, Lucien? No quiero parecer una niña mimada entrando como “la prometida del jefe”.
—Eres una De Filippi. Y eres mi socia, mi igual. Ellos tienen que saberlo. Además… —acercó sus labios a los míos— si alguna te mira mal, no responderé por lo que pue